Medición de temperatura antes de entrar al centro. S.G.

Vuelta al cole rodeados de libros, mascarillas y mucha incertidumbre

PRIORIDADES ·

El colegio y el instituto de Campanario han extremado las medidas para que prime la enseñanza y no el miedo

Lunes, 21 de septiembre 2020, 21:24

Son las 7 de la mañana y Lucía ya está despierta. Casi no ha dormido pensando en su primer día de instituto. Estrena mochila, estuche y mascarilla... Un complemento tan necesario para ir a clase, casi tan imprescindible con los libros con los que estudiará este curso.

En una calle cercana, a Antonio le cuesta despertarse y lo hace con cara de sueño. En este caso quien no ha pegado ojo han sido sus padres. Con solo 3 años comienza su etapa escolar envuelta en innumerables dudas y temores. Él no tiene que llevar mascarilla, pero antes de haber si quiera recibido la primera clase de su vida ya tiene la lección bien aprendida. Sus progenitores se han encargado de ello durante los últimos meses. «No debes besar ni abrazar a los amiguitos, y no compartas la botella de agua porque entonces el bichito nunca se ira», le han repetido mil veces.

Pero ha llegado la hora de ir clase y la suerte está echada. Y es que este nuevo curso será el de la suerte, y eso a pesar de que los centros educativos de Campanario se han empleado en cuerpo y alma durante las semanas previas al arranque del curso para que todas las medidas estén operativas, para impedir que el Covid entre en las aulas. Y de ser así, cuentan con todas las amas necesarias para evitar su expansión.

Sin embargo, no toda la labor está de puertas para adentro. Al contrario «una vez que salen de clase son los chavales y todos los que tenemos que ser responsables y seguir cumpliendo las normas sanitarias, y eso ya es algo que nosotros no podemos evitar», asegura Francisco Blanco, director del IES Bartolomé José Bartolomé. De los alumnos, y también de profesores, padres, y de todos los vecinos en general depende que este nuevo curso sea lo más normal posible dentro de la anormalidad impuesta.

El pasado 10 de septiembre, un total de 323 escolares volvían al CEIP Nuestra Señora de Piedraescrita. Fue un día especial para niños, padres y docentes. La vuelta a las aulas siempre lo es. Sin embargo, este año esa ilusión y esa sensación de cosquilleo en el estómago ha ido acompañada de incertidumbre.

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Los más pequeños

Las medias impuestas para la vuelta al cole han hecho que en Campanario haya sido un comienzo de curso atípico pero seguro en el colegio. Por eso, se ha establecido triple horario de entrada y salida, y también a la hora de ir al recreo.

De este modo, las dos puertas de acceso se abren a las 8.45 horas para los alumnos de tercero y sexto. Quince minutos después entran los escolares de segundo y quinto, y por último lo hacen a las 9.15 horas los de primero y cuarto, según el director del centro, Fernando Caballero. A la salida se toma el mismo procedimiento, saliendo cada cuarto de hora. «Sabemos que de este modo la conciliación familiar se hace más difícil, pero hay que poner en la balanza una y otra cosa», señala el director.

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Los 225 alumnos de Primaria y los 98 de Infantil son cada día recibidos en un primer momento por una de las maestras que se sitúa a la entrada para ir dando paso a los niños guardando las distancias hasta el hall. Allí, otro maestro les toma la temperatura y el tutor les acompaña a cada clase, en las cuales hay una separación de 1,5 metros entre los pupitres, asegura Caballero.

Quienes también tuvieron un comienzo de curso atípico son los más pequeños. Se trata de los 32 niños de 3 años que este año van por primera vez al colegio, dentro del periodo de adaptación, asistiendo en tanta de cuatro niños cada media hora, hasta ir ampliando el horario.

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Por otro lado, debido a lo numeroso del sexto curso, que habitualmente se divide en dos aulas, este año están repartidos en tres. De este modo, hay 17 niños en cada una de ellas. Por este motivo, ha tenido que ser habilitado el salón de actos como aula, donde se ha ubicado un grupo de cuarto de Primaria con 21 alumnos. En el resto de aulas hay 20 o menos niños.

Fernando Caballero explica que para garantizar la desinfección en el centro, hay refuerzo del servicio de limpieza por parte del Ayuntamiento, por lo que una de las limpiadoras de la tarde ha pasado a la mañana y cuenta con el apoyo de la conserje. Y es que además de aprender bien la materia que los maestros y profesores imparten en clase, también han tenido que memorizar e interiorizar las diferentes indicaciones y elementos que hay colocados en ambos centros. Flechas, líneas separadoras, señales de prohibición, alfombras desinfectantes, geles hidroalcohólicos y, sobre todo, distancia de seguridad. Esto último parece que es lo más complicado de mantener cuando no ocupan los pupitres. Y es que han sido muchos meses, siete en total, en los que no comparten el día a día con sus compañeros, y había muchas ganas. No obstante, la labor del profesorado también pasa ahora por estar apelando a la separación en el momento en que los grupos empiezan a relajarse.

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