Cuando la fe en la Virgen de Piedraescrita mueve barrancos

Dicen que la Virgen de Piedraescrita nunca está sola. De hecho, es raro acercarse hasta su ermita y no encontrar allí a alguien contemplando la imagen, encendiendo una vela o depositando unas flores. Periódicamente, una de esas visitas la suele hacer Ana María Trenado Blanco, una de tantas devotas campanarienses, para quien 'La Barranquera' es como una madre. Pero la mañana del 16 de septiembre la visita de Ana María no era como la de cualquier otro día. Ya por la mañana se levantó más temprano de lo habitual y algo nerviosa porque necesitaba ponerse delante de su Virgen ya que estaba en deuda con ella.

Con los ojos brillosos y a punto de soltar una lágrima, cuenta que hace dos o tres días le pedió a la Virgen de Piedraescrita «algo importantísimo para mí y me lo ha concedido». Por eso, acompañada por su marido, Francisco Caro, han completado a pie los cinco kilómetros que separa el casco urbano del templo, y desde el final de camino ha continuado descalza hasta ponerse delante de la Patrona de La Serena. No es la primera vez que lo hacía, e incluso todo el camino sin calzado «pero eso cuando era más joven, una vez que hice una promesa y también me lo concedió».

Y es que la fe en esta Virgen es algo que está en el ADN de todo campanariense desde el momento en el que nace. En el caso de Francisco, «yo desde que nací no, porque soy de Salvatierra de los Barros, pero sí desde que la conozco a ella», cuenta sonriendo.

Familiar

Otra de esas ocasiones en las que acude acompañada por sus hijas, Ana Piedrescrita y Rocío, es cuando éstas terminan los estudios para darle las gracias por cuidarlas durante el curso. «Pero, en general, yo siempre le estoy dando las gracias por mantener con salud y trabajo a los míos, que cuide a mi marido cuando está en la carretera, y cuando la he necesitado, siempre ha estado ahí y no me ha fallado», añade. Últimamente, a sus plegarias se ha sumado otra «porque muchas veces le pido que termine la guerra en Ucrania, a ver si me escucha». Pero, además, cuando la imagen está en el pueblo, procura ir todos los días a visitarla «como si fuera mi madre», confiesa.

Una fe que su familia entiende y que, aunque no son tan devotos como ella, ya que Francisco suele rezar más al Cristo de la Misericordia, «también nos cala y nunca se sabe si pueda estarnos ayudando», dice él.

Y es que la Virgen está tan presente, que su hija es una de las muchas en el pubelo que lleva su nombre. Ana Piedraescrita estudia Filología Hispánica en Salamanca, y reconoce que su nombre llama la atención allá donde va, se siente muy orgullosa y rápidamente explica que «en el siglo XVI un pastor se encontró una piedra tallada en piedras romanas al lado de la ermita y vio la imagen de una mujer, que era la Virgen. Desde esa aparición mariana se construyó la ermita y hay muchísima devoción», comenta.

Sin embargo, aunque la Virgen está físicamente en Campanario, acompaña a sus vecinos allá donde se encuentren. Aunque estar lejos cuando se celebra su día a finales del mes de abril o en la Romería constituye una gran pena. «Cuando era joven y estaba trabajando en Gerona y no podía venir lo pasaba muy mal», cuenta Ana María. De hecho, eran varios los campanarienses que se encontraban allí, y ese día cogían los carros del hotel en el que trabajaban y simulaban la romería, entre gritos de vivas. Una fe compartida con orgullo por todo el que se sienta campanariense.