Los vecinos de la calle Reyes Huertas protestan por el mal estado del suelo

Si hay un oficio que permite patear las calles de un pueblo y conocer todas y cada una de ellas a la perfección ese es el de cartero. Lo sabe bien Diego Murillo Gallardo, ya jubilado después de una vida dedicada a entregar buenas y malas noticias a domicilio, fundamentalmente en Quintana de la Serena, donde ejerció su profesión. Son muchos los kilómetros hechos a pie durante su horario laboral transitando por calles de todo tipo.

Sin embargo, en la que ahora vive, y donde disfruta de sus años de descanso, la calle Reyes Huertas, no es adecuada para caminar. Así lo considera Diego y su esposa, Facunda, ya que desde que hace varios años fue objeto de obras para colocar el empedrado actual «no se hizo adecuadamente», aseguran.

Ello ha provocado que hace varias semanas sufriera una caída justo al salir de su casa al tropezar con el empedrado que es irregular, como en el resto de la calle, con hundimiento en algunos puntos. «Aunque lleves calzado adecuado es muy fácil que el pie se tuerza, y si es con calzado de verano, imagínate», explica. Aquel día había ido a que le suministraran el Sintrom al centro de salud, y al volver pisó uno de los adoquines a solo tres metros del umbral de su casa y cayó, cuenta.

«Me dolía todo y tuvo que venir el médico a casa. Por suerte no me rompí nada y solo me hice una fisura, por lo que me mandó reposo para reponerme del porrazo». Así narra lo ocurrido, dejando constancia de que al llegar la noche «no me podía acostar del dolor y pasé varias noches en el sillón».

Pero no son Diego y Facunda los únicos vecinos de esta calle en demandar una mejora de la vía donde nació el escritor y periodista Antonio Reyes Huertas. Justo enfrente de ellos vive Francisca. Con 89 años necesita unas muletas para moverse. Le cuesta bajar el alto umbral de su casa pero, con paciencia, lo consigue. Señala algunos de los adoquines más prominentes que hay delante de su casa. Ella también ha sido víctima de la mala colocación de los adoquines, ya que hace un tiempo sufrió una caída unos metros más abajo. «Fue enfrente del estanco al pisar mal una piedra», recuerda. Mientras expresan su queja, otra vecina se afana en limpiar la puerta de madera.

«Esto es una pena, porque la calle es una pena, de hecho, la gente se tira por la calle Atrás para ir a la compra porque por aquí se anda fatal». Esa es otra de las lamentaciones de Diego, y es que el resto de vecinos del pueblo «prefieren dar un rodeo y no pasar por esta calle, con lo cual nos están aislando», protesta.

Varios han mostrado su malestar al Ayuntamiento, pero «no se nos ha dado evasivas», dice. Podría parecer que la calle se ha do deteriorando con los años por su antigüedad, pero no. La situación se remonta a hace unos diez años, cuando se encargó de colocar los adoquines los trabajadores-alumnos de una escuela de taller, dicen los vecinos, «que eran unos muchachos jóvenes que estaban aprendiendo», añade Francisca.

SIN ACERADOS

Pero no son solo los residentes los que muestran su descontento con esta calle. Hay a quien no le queda más remedio que pasar por ella a diario para ir a trabajar. Es el caso de Nazaret, una joven que trabaja en la ayuda a domicilio a personas mayores. «Siempre que paso voy pendiente de no torcerme un tobillo con las piedras que sobresalen o meter el pie en uno de los hoyos», narra.

A eso se une el casi inexistente acerado, que en algunos puntos de la calle casi desaparece. Ese fue el motivo del gran susto que se llevó un día esta joven «donde hace la curva me encontré con una furgoneta que si no da un frenazo me atropella», dice.

Los vecinos de la Reyes Huertas aseguran que el problema se habría solucionado con la continuación de las recientes obras de accesibilidad de la calle Carrera y Espronceda. Dicha calle ha sido objeto de mejora hasta la confluencia de Reyes Huertas, con un firme liso y sin peligro de caídas.