Con motivo de la ampliación hasta el 18 de septiembre del plazo para presentar trabajos de investigación bibliográfica que optarán al XXIII Premio 'Bartolomé José Gallardo', Matilde Muro, presidenta de la Unión de Bibliófilos Extremeños (UBEx), e involucrada de forma constante con este prestigioso premio, ha querido recordar la figura de tan ilustre campanariense que da nombre al premio, del que destaca su espíritu crítico y su malhumor.
GALLARDO, crítico y malhumorado
Matilde Muro Castillo
No le tocó a Bartolomé José Gallardo vivir una temporada fácil de la historia de España. Claro es que España tiene poco de tranquilo ni fácil para los que vivimos en ella, pero cuando la época por la que transitas contiene guerras civiles e incursiones extranjeras contra las que también hay que luchar, visto ahora desde lejos, no puede ser más comprensible la queja constante del caballero en cuestión. Éste fue enviado a Salamanca bajo la protección de Juan de Valdivia, freire de la Orden de Alcántara y deudo de la familia.
Sin embargo, Gallardo opta por cursar Medicina, estudios que pudo seguir gracias a Juan María de Herrera, cacereño y bibliotecario del Colegio San Bartolomé, donde lo acoge. La amistad entre ambos llegó a ser tal que se trataban de tío y sobrino.
Este ilustre campanariense tuvo gran amistad con el Obispo Tavira, perteneciente al clero ilustrado de la época, a quien conoció por medio de Meléndez Valdés y Juan Antonio Tavira, sobrino del prelado.
Gallardo se dedicó a leer a los franceses, a escuchar músicas que llegaban desde Alemania y Austria acerca de una nueva forma de ver la vida y las pretensiones de cerrazón eclesiásticas. Estudió y comprobó que la política era una nueva forma de servicio distinta a la monacal, y llegó a ser Diputado de las Cortes por Badajoz. Pero lo mejor, como siempre para él, estaba encerrado en las bibliotecas, ese fondo oscuro que guarda las luces del alma.
Dejó la política y se encerró como bibliotecario en la de Cádiz, y desde allí emana ese 'Diccionario crítico burlesco' que le ocasiona toda suerte de avatares personales, críticas feroces e incluso encarcelamientos por su libertad de opinión. Un punto de vista poco comprendido en un momento en el que España se debatía entre ser francesa o seguir siendo ella misma.
Estatuilla que se entrega a los ganadores del Bartolomé J. Gallardo.
S.G.
Bartolomé José Gallardo se pone de parte de España y arenga a los pueblos por los que viaja a conservar la identidad del ser español, a no dejarse doblegar por el invasor francés, a huir de las ideas que él mismo había abrazado, pero que impuestas a la fuerza carecían de razón de ser en España.
Además, clama por la filosofía aprendida, por la política puesta en práctica con humildad, por el humor como clave para entender a los demás… y es detenido. Sufre prisión durante años y luego exilio. Parece que nadie quiere a Gallardo, ni a su vociferante controversia con todos.
Saca a la luz los errores monumentales de la enseñanza manipulada, el desconocimiento lacerante de los diccionarios de los que bebían los maestros y personas dedicadas a la enseñanza en general, el poco cuidado de la lengua española, que él adoraba como tesoro único a conservar. Eso es siempre castigado. Un advenedizo pretende poner orden en las cosas de siempre… mala cosa.
Sin vida fácil, no es posible mantener un carácter constante. Sintiéndose vigilado en todo momento, las ansias de libertad se llegan a agotar, pero él sigue fiel a sus ideas, al ansia de libertad, al conocimiento para todos. Sigue escribiendo opúsculos bajo seudónimo, rechazos de la Iglesia, que le amparó al principio, y defendiendo la libertad de pensamiento por encima de las pretensiones de sujeción de las opiniones que merodeaban la política conservadora de entonces.
Muerto él, sus discípulos Zarzo del Valle y Sancho Rayón publican 'Ensayo de una Biblioteca Española de libros raros y curiosos'. Se trata de una obra en cuatro volúmenes, en cuyos prólogos interviene Menéndez Pelayo, tan discrepante con Gallardo en vida. Obra que, por cierto, fue premiada por la Biblioteca Nacional.
Con el material inédito de Gallardo, hay para un quinto tomo que el Ayuntamiento de Campanario trabaja ya para sacar a la luz de la mano de Ana Martínez, ganadora del VIII Premio de Investigación Bibliográfica Bartolomé J. Gallardo, como continuadora del trabajo iniciado por Víctor Infante, del que fue alumna y ayudante. Un trabajo de unas 500 páginas y el mismo formato que los anteriores, y que cuenta con varias colaboraciones que, sin duda, servirán para seguir poniendo en valor y ensalzar la pluma de Gallardo.
Ahí empezó a ser el único, el irreprochable, el maravilloso Gallardo que fue capaz de enseñar a España y a los españoles el valor de lo que tenían guardado a la sombra, en bibliotecas y monasterios, donde entrar estaba casi mal visto. Pero había muerto para saberse querido y respetado. ¡La gloriosa España de siempre, atada siempre al crespón negro frente a la libertad!
Antes de morir sufrió el embate constante de los políticos, supuestos intelectuales y eruditos del momento. Se llegó a publicar una sentencia condenatoria contra él por injurias dos días después de su muerte. Fue duramente criticado, alejado de las esferas del poder y echado de los círculos culturales en los que se hubiera podido mover con facilidad. Pero su espíritu crítico, la falta de miedo, el asombro que causaban sus conocimientos y la valentía para expresarlos, no fueron nunca bien recibidos. Incluso, en el momento de su muerte se le reconoce como personaje malhumorado, de fuerte carácter e incapaz de rectificar sus opiniones.
Es un referente indudable de la bibliofilia española. Único en su género y luchador hasta la extenuación por algo que es de todos: nuestra lengua.
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