Las mujeres son el pilar fundamental en la familia, y especialmente en el ámbito rural. A.CARO

Redes afectivas de la mujer rural

OPINIÓN ·

«Las redes que han ido tejiendo las mujeres de los pueblos en forma de relaciones humanas, han propiciado un menor aislamiento de las poblaciones»

ANA CARO. Presidenta asociación quercus ílex la serena

Miércoles, 18 de marzo 2020, 20:56

El papel de la mujer rural en Extremadura ha ido variando sustancialmente con el paso de los años. Pasó del olvido al que quedó relegada tras la Guerra Civil, a la emigración en torno a los años 60, y hasta el vacío poblacional que actualmente sufrimos. Un vacío que se vivió ya solo en los pueblos, sino incluso en los núcleos urbanos. Sin embargo, siempre ha mantenido un papel fijo en la historia, el de sustento de las redes afectivas, algo que compruebo cada vez que estoy en mi pueblo, en mi tierra.

El antropólogo Marc Augé formularía el concepto de «no lugar» para referirse a esos lugares o espacios en los que estamos de paso y no nos relacionamos, y que son casi como un trámite burocrático que queremos que trascurra rápido. Por consiguiente, no aportan nada a nuestra vida. Un buen ejemplo sería el aeropuerto o un gran centro comercial; todos sabemos reconocer esos lugares, aunque no conozcamos la noción, ya que son sitios capitalizados y tremendamente deshumanizados.

Precisamente por eso, el pueblo es el mayor antagonista al concepto que hemos mencionado anteriormente. No hay ningún no-lugar en él. La familiaridad que hay en los pueblos permite que todo y cada uno de sus lugares sean significativos. Esto es posible precisamente gracias a las personas que lo habitan, haciendo especial mención a las mujeres rurales.

Las redes que han ido tejiendo en forma de relaciones humanas, ya sea con otras mujeres o en la propia familia, han ido propiciando un menor aislamiento de las poblaciones (muchas de las cuales tenían la localidad más próxima a varios kilómetros de distancia). Algo que ha beneficiado a esas mismas mujeres ante la soledad no elegida. Así lo indican algunos estudios recientes, donde se indica que las mujeres luchan contra la soledad mejor que los hombres por sus redes sólidas de afectos, y han favorecido una red de apoyo igual o más fuerte incluso que las familias.

Me gusta leer un artículo de la periodista Cristina Vallejo en el que mencionaba a Francisco Novo Vázquez, trabajador social de la Unión Democrática de Pensionistas. Este asegura que las mujeres, «pese a vivir en mayor soledad que los hombres, se sienten menos solas». Además, «ellas parecen estar más preparadas para la soledad: el 36,1% de las mujeres mayores de 65 años que no viven solas piensan que en algún momento lo harán, frente al 29,8% de los hombres», dicen.

Publicidad

El artículo destaca que las mujeres también establecen lazos sociales o familiares mayores que los hombres, lo que hace que ellas tengan mayor posibilidad de recurrir a alguien cuando tienen un problema o necesitan consejo o apoyo afectivo. Novo insinúa que «nuestra sociedad androcéntrica y cargada de estereotipos machistas» es la responsable de que tengamos la imagen de que las mujeres no tienen capacidad de desarrollo personal y que ello las aísla por completo, completa Vallejo.

Ejemplo de ello han sido las mujeres campanarienses, que siempre han sido sustento de la población, tanto de forma personal como colectiva. Ya sea como emprendedoras en sus propios comercios, o incorporándose poco a poco al mercado laboral. Sin dejar de lado a la vez el trabajo doméstico que seguían desempeñando, o participando activamente en asociaciones, ya sea preocupándose en la educación de sus hijos (pues es bien sabido que las mujeres son mayoría en las AMPAS) o formando asociaciones de mujeres, como la que todos conocemos en Campanario.

Publicidad

Ha sido absolutamente imprescindible para nuestra «supervivencia social» el hermanamiento o sororidad que muchas mujeres han tenido siempre, pero que no sabíamos reconocer, ya que no éramos capaces de ponerle nombre, conceptualizarlo, ni de agruparlo en un movimiento. Es ahí donde ha sido vital el resurgimiento del feminismo como teoría, para posteriormente pasar a la práctica. Esto nos ayuda a canalizar las alianzas y los esfuerzos que, de forma individual, no tendrían la fuerza ni el impacto que necesitamos para los cambios socioeconómicos que debemos afrontar.

Esas redes que las mujeres han ido formando, son precisamente las que nos ayudan hoy en día a luchar contra la violencia de género, la gran lacra que está azotando a nuestra sociedad. Frente a una sociedad patriarcal que nos ha querido durante años distanciadas y enfrentadas, las extremeñas estamos comenzando a despertar y a darnos cuenta de algo que ya sabían nuestras abuelas: que nos necesitamos las unas a las otras.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

PRIMER MES GRATIS. Accede a todo el contenido

Publicidad