
La Peña 'El Volapié' va de capea
AGRADECIMIENTO ·
El Cronista Oficial de Campanario, Bartolomé Díaz Díaz, ha colaborado con Hoy Campanario, compartiendo con todos los lectores el siguiente artículo, lleno de giros inesperados y no exento de gracia.AGRADECIMIENTO ·
El Cronista Oficial de Campanario, Bartolomé Díaz Díaz, ha colaborado con Hoy Campanario, compartiendo con todos los lectores el siguiente artículo, lleno de giros inesperados y no exento de gracia.BARTOLOMÉ DÍAZ DÍAZ
Jueves, 19 de diciembre 2019, 19:33
La peña taurina El volapié de Campanario —en la actualidad presidida por «el Tole», nombre que suena taurino, pero que profesa de peluquero— entre las actividades propias de estas asociaciones, había programado una capea en una finca de reses bravas para matar el gusanillo de aficionados y el de lidiadores para los que, con más agallas, se decidieran a dar algún muletazo.
Se procedió, poco más o menos, como lo hacen todas las peñas de esta guisa que tan abundantes son en el suelo patrio, entre los vecinos lusos y en el sur gabacho, sin olvidar las del continente hispanoamericano.
Una nota de clarín/ desgarrada/ penetrante/ rompe el aire con vibrante puñalada…/ Da principio el espectáculo. (Manuel Machado)
Entre votados y voluntarios se formó el equipo que había de solucionarlo, que hablará con el ganadero o con el encargado, llegando a la conclusión de arrendar dos vaquillas para los fines acordados; una para lidiarla en serio como buenos aficionados está asignada para Jesús Martínez Jiménez, alumno que fue de la escuela taurina de la Diputación Provincial de Badajoz. El mozo es alto y delgado, como forjado para el oficio de torero consagrado; torea con elegancia y empaque torero, según me han contado. La vaquilla es noble y toma con gran celo el engaño que, junto a la figura majestuosa de Jesús, erizan el vello a más de cuatro.
Hay entre los socios uno, tal vez el más veterano, que oculta la envidia de no ser el vitoreado, pero se resiste a la tentación de actuar como espontáneo. Ya tiene la experiencia de un percance, toreando en la provincia de Madrid, que contaba un común amigo (Manolo «el Chiquillo», q.e.p.d.) con gran regocijo y en versus exagerado. Narraba Manolo que una vaquilla había arrojado a nuestro personaje fuera de la plaza, donde toreaba una noche de verano, pero no del ruedo, sino por encima de los cierres que forman la plaza portátil, y añadía que le buscaron en el rastrojo cercano con linternas.
Saturnino Pajuelo Fernández, el mencionado como más veterano, no hace mucho caso a la charlotada de la segunda vaquilla, que estaba destinada a todos los socios espontáneos. A él, le gusta el toreo serio y no participa en lo que cree que es un descrédito de la seriedad de la tauromaquia1. Finalizadas las carreras cruzando el ruedo una y otra vez ante el animal, y algún pase a la vaquilla por los más osados, el socio Fran «Churre» le invita a que toree de salón. Ya ha manifestado su entender en el paseíllo llevando el capote con el hombro derecho destapado y recogido hacia la izquierda, mientras sus dos acompañantes se asemejaban más a dos mosqueteros, luciendo más que capote capa de Torrejoncillo.
Por las venas de nuestro amigo Sátur, que debe correr sangre impregnada del arte de Cúchares, accede sin necesidad de mucho ruego a la invitación de torear de salón en el ruedo. Tras algunos lances con el capote, se siente muy didáctico y va explicando como se denomina cada uno de ellos y su origen.
Así comienza con la «Verónica», según él, uno de los lances más utilizados en la lidia y se debe realizar sujetando el capote con ambas manos, que el torero debe adelantar para citar al toro; al paso de éste, carga la suerte hacia la derecha o izquierda, para lo que adelanta la pierna derecha o izquierda (según convenga), preludio de la siguiente Verónica. Y continúa su relato a la vez que ejecuta los pases con cierto garbo.
Es uno de los quites clásicos del toreo con capote y de los que más se utiliza para recibir al toro, inventado por Costillares y contado por Pepe-Hillo y por Paquiro, que magníficamente lo describen en sus escritos taurinos. Toma el nombre de la mujer que limpió el rostro a Ntro. Sr. Jesucrito camino del Calvario.
Continúa con la Chicuelina, nombre en honor Manuel Jiménez2, «Chicuelo» y sigue con las Gaoneras, lance así denominado en honor del mejicano Rodolfo Gaona, suegro de Paco Camino, el torero de Camas como Curro Romero…
El día se va despacio/ la tarde colgada a un hombro/ dando una larga cambiada/ sobre el mar y los arroyos. (Federico García Lorca).
No se presiente la tragedia que se avecina: ante el chiquero, extiende el capote mientras comenta que el pase que va a dar es propio de toreros tremendistas. No obstante, es usada por muchos toreros de estilo clásico. Casi todos ellos lo han hecho alguna vez, es un pase que alberga mucho riesgo, pero cuando el torero presiente en lo hondo de su ser, que puede realizar una gran faena, se arriesga a ello porque sabe que predispone al aplauso del público en general.
En su esencia más básica, consiste en que el torero cita al toro de frente con el capote por un pitón y, sujetando el percal con la mano correspondiente al pitón por el que ha citado, suelta (larga, antiguamente) la otra mano y resuelve la embestida por el pitón contrario del toro, cambiando su marcha y desplegando el capote en toda su extensión por arriba de la cabeza. Es la «Larga cambiada».
La variante «A porta gayola» es cuando se da a la salida del chiquero, sin conocer nada del toro que, a veces, sale cegado de la oscuridad, no obedece al capote y atropella al torero. Este nombre deriva del portugués «porta» que significa puerta y «gaiola», chiquero.
Sátur quiso emular a los diestros que más usaron este espectacular lance, Juan J. Padilla, Paquirri o Jesús Franco Cardeño, a quien el toro «Hocicón», el 8 de abril de 1997, le destrozó la cara en la Maestranza de Sevilla. Tal fama le dio esta cogida que, con frecuencia Cardeño, entre bromas, repetía que había sido una cogida con suerte. La cabeza de «Hocicón» está en Triana en su casa a petición suya.
Saturnino había acabado la explicación, sólo le faltaba dar la orden de abrir la puerta de toriles y ejecutar el pase «de salón». El que estaba próximo al cerrojo, a la orden de Sátur, como un autómata abrió el portón y la sorpresa fue mayúscula para los peñistas. Para el maestro fue de terror, pues apareció una vaquilla, que a Satur se le antojo de mayor tamaño, casi un Mihura, que jamás se la esperaba pues la capea de «El volapié» estaba terminada. Nadie contaba con la actuación que por la tarde tenía otra peña para la que la vaquilla estaba preparada.
Pudieron acabar con Sátur los descuidos en una mañana aciaga, ante la sorpresa quedó petrificado, inmóvil como una estatua, no tuvo el recurso de Jaime Ostos que en este lance torero, se resbaló y cayó al suelo, pero desde la posición de decúbito, con gran serenidad y más valor «inventó una nueva modalidad de Porta Gayola». Por algo era llamado Jaime «Corazón de León».
No hay duda de que los toros son un hecho cultural. La Fiesta ha sido manantial de inspiración para pintores, escultores, novelistas, poetas…Desde el poema de Fernán González en 1250.(ABC.es, Madrid 21 de marzo de 2017).
En el Siglo de Plata de escritores españoles fueron muchos los que se inspiraron en el toreo para sus composiciones poéticas. Ya hemos citado a Lorca y a Manuel Machado, pero añadiremos que Alberti, en la vida le faltaba sentirse torero por un día y el 14 de julio de 1927 se vistió de luces e hizo el paseíllo en Pontevedra en la cuadrilla de Ignacio Sánchez Mejías, cantado por Lorca en A las cinco de la tarde.
Este culto torero fue además presidente del Real Betis Balompié. Fernando Navalón, conde de Miraflores de los Ángeles, ganadero y gran poeta de la Generación del 27 sevillana, a la que perteneció el escritor campanariense, nacido en la calle Los Benítez, Antonio Núñez Cabezas de Herrera, hace esta preciosa composición poética a la plaza de toros de Ronda, evocando al torero Pedro Romero y con tinte de romanticismo:
Plaza de piedra de Ronda / la de los toreros machos / pide tu balconería una Carmen cada palco / un Romero cada toro / un Maestrante a caballo / y dos bandidos que pidan la llave con sus retacos /plaza de toros de Ronda.
También se le cantó en Extremadura a Sánchez Mejías, una mujer, poeta de Aceuchal y gran amiga de los Bienvenidas, María de la Hiz Flores, que firmaba como Mahizflor en sus Romances Toreros:
Ignacio Sánchez Mejías, / torero «forjao» en acero / que templó el Guadalquivir /el río más postinero.
Ignacio Sánchez Mejías, / valiente entre los valientes / que en las arenas lucieron / bajo los soles calientes.
Ignacio Sánchez Mejías, / comediógrafo y poeta / que soñaste una gloria / que soñaste una gesta…
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