Obituario: ¡Adiós al maestro, adiós al amigo!
RECUERDOS ·
Miguel Díaz García dedica unas palabras a Quico Boleta, fallecido recientemente, y recordado por su oficio de pintor.miguel díaz garcía / redacción hoy campanario
Lunes, 28 de septiembre 2020, 17:38
¡ADIÓS AL MAESTRO, ADIÓS AL AMIGO!
Hace unos días, nos dejó un gran hombre, una persona querida por todos; el maestro, el amigo, el pintor, QUICO BOLETA. Creó escuela formando a un buen grupo de jóvenes de Campanario que decidimos aprender el oficio de la pintura.
Quico Boleta fue una gran persona y un gran profesional. Empezó siendo paleta, y los que le conocieron decían que fue un gran oficial. También hacía trabajos de pintura, pero no fue hasta pasados unos años, después de regresar de Madrid, que llegó convertido en un gran maestro de la pintura decorativa.
Fue un pintor que dominaba todas las técnicas de la profesión, con una gran sensibilidad y exigencia a la hora de realizar sus trabajos. Tenía una capacidad especial en la elección de los colores. Muchos vecinos del pueblo coincidirán conmigo, sobre todo las señoras, por ser las que más trato tenían con él, de que estoy en lo cierto. Fueron muchas las casas del pueblo en las que pudo demostrar su valía profesional y calidad humana.
Lo conocí siendo muy joven, a penas con 14 años en la casa de Don Ángel de la Calle Real, una casa impresionante en la que trabaja mi padre de paleta. Ese día yo lo acompañaba y allí estaba Quico. Mi padre me lo presentó, ya que además de amigos eran primos, y así fue mi primer contacto con el maestro y con el mundo de la pintura.
Para mí fue una gran sorpresa observar su manera de trabajar, algo completamente distinto a lo que yo estaba acostumbrado a ver. Casas muy sencillas jalbegadas con tierra blanca que si te acercabas te ponías hecho un Cristo. Para mí, ver aquella forma de trabajar era un antes y un después. Ya no eran las mujeres con un estropajo hecho con piel de cordero jalbegando con tierra blanca, ahora era un pintor con rodillos y brochas, colores y pintura.
No fue hasta pasado un tiempo cuando al fin, empecé a trabajar con Quico como aprendiz. Aún me acuerdo como si fuera ayer del primer trabajo donde empecé con él; fue en casa de Juan el de la Paula, en la calle Quintana, que se hicieron antes de casarse.
Aunque al principio solo tenían reservada la lija para mí, era sorprendente la conexión que había entre el maestro y los clientes. Fue pasando el tiempo y ya me iba soltando en la pintura, con mucha paciencia y con alguna que otra bronca.
Quico era una persona con la que se podía trabajar muy bien, por su paciencia y por su amor al trabajo bien hecho. Trabajar con Quico me permitió trabajar en las mejores casas del pueblo, sin desmerecer ninguna, ya que los trabajos del maestro por su gran calidad no eran baratos y solo las personas de mayor poder adquisitivo podían acceder a él.
Gracias al tiempo que pasé con él como aprendiz, y también a todos sus consejos, me convertí en un profesional de la pintura, que una vez fuera del pueblo, me permitió entrar a trabajar en una de las empresas de pintura y decoración más prestigiosas de Barcelona, donde emprendí mi carrera profesional hasta el día de mi jubilación.
Y todo se lo debo al maestro, al amigo y al pintor, por todas las enseñanzas que recibí, por todos los consejos que me dio y por todos los ratos buenos y no tan buenos que pasé con él; pero sobre todo por haberme hecho sentir tan querido por él y por su familia.
A ti, Quico:
Tú fuiste el pintor del pueblo, pero detrás de ti fuimos muchos los que seguimos tus consejos, unos en el pueblo y otros fuera, pero siempre siendo fieles a tus principios profesionales. Y gracias a eso tiramos hacia adelante formando nuestras propias familias. Siempre que iba al pueblo me acercaba a saludarte y siempre te alegrabas al verme. Esta vez no me he podido despedir de ti para el largo viaje que has emprendido.
HASTA SIEMPRE MALESTRO. SIEMPRE TE LLEVARÉ EN MI PENSAMIENTO.
Miguel Díaz García
Castelldefels, Barcelona.