pedro miguel ponce caballero
Lunes, 24 de septiembre 2018, 16:11
El antiguo campo de fútbol, testigo mudo de muchas historias deportivas y también de algunas flamencas, se aprestaba a acoger el veinticinco aniversario de la Peña Flamenca 'Duende y Pureza-Pepe el Molinero', asociación que organizaba la velada, con la colaboración del Ayuntamiento local. Un honor ver por allí a viejos conocidos: Moriche y Julián de Cáceres, Paco Zambrano, El Cano, las Peñas 'Duende' de Madrid, Quintana (Mariano, Domingo y Paco), Fuente de Cantos, amigos que volvían a sus orígenes como Cosme y Juan, nuestros emigrantes, y el habitual público fiel. Nadie quería perder la ocasión de poder escuchar en directo a unos artistas que estaban últimamente en boca de todos.
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Alguien definió al fútbol como un estado de ánimo y he de reconocer que no fue uno, sino muchos, por los que pasé a lo largo de la noche. En algunos momentos sentí pena, en otros, alegría. Hubo ratos en los que me puse reivindicativo y, algunos, en los que renegué de la condición humana. Los culpables de este cambio de registros, siete artistas en lo alto de un escenario. Los tres que cantaban, no habían nacido cuando fundamos nuestra peña.
Muy acertada la propuesta 'Renuevo del cante viejo' que se presentaba en un formato poco habitual: todos empezaron y todos terminaron (y de qué manera) encima del escenario. Enhorabuena a Rufo y a Antonio Valle, padres del invento. En este equipo de fútbol, todos trabajan para todos, impera la solidaridad, se reparten las tareas y nadie es más grande que nadie.
Grandes empezaron a ser los tres con la soleá por bulerías y los nudillos marcando el compás. Continuó Purili con unas malagueñas que en su día cantara Pepe Pinto. Todavía frío, empezaba a calentarse para lo que vendría después. Majestuoso, con voz ancestral por soleá, presentó sus credenciales Boleco, cosechando ya los primeros olés.
Cambió el ritmo y las guitarras marcaron el compás de cuatro tiempos: tangos de Granada, Málaga y no podían faltar las agujitas y alfileres que hay que clavar a mi niña cuando la llamo y no viene. Guiño a la Extremadura flamenca con la total aprobación de la concurrencia.
Dedicadas a Pepe el Molinero, el contrapunto, lo puso Manuel por siguiriyas , retorciéndose de dolor, acordándose y recordándonos a toda su estirpe cantaora, con los tercios donde tenía momentos en la noche de volverse loco. Algo de locura colectiva empezaba a flotar en el ambiente.
Quisieron terminar la primera parte con una ronda de fandangos. Cada tercio era jaleado por el público. Se oía el sonido del silencio.
Descanso, refrigerio, todos gratamente sorprendidos y, a la segunda parte, entramos sin anestesia: monumental siguiriya de Pepe Boleco. Con los ecos de Manuel Torre y los días tan 'señalaítos' de Santiago y Santa Ana se pudo apreciar la comunión total con los escuchantes.
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Sobresaliente Purili en la taranta posterior, así como Manuel de Tomasa en la tanda de soleares que inició con la de Alcalá.
Para enmarcar fue la ronda de tonás. No hay pluma ni tintero para poder describir las sensaciones que vivimos. Tres adolescentes cantando en blanco y negro. Decía Tomás Pavón que cuando cantaba, cerraba los ojos, porque con los ojos cerrados le gustaba lo que veía. Yo, los cerré, y me gustaba lo que oía. Y a todos los presentes.
Y continuó gustando lo que vino después: veinte minutos a compás de bulerías, donde esa figura menuda llegada de La Línea, se agigantó y llenó ella sola el escenario. Parece tener dentro de sí los espíritus del Funi, Paco Valdepeñas Con tan poco ¿ómo se puede transmitir tanto? En su corta vida parece haber hecho cientos de cursos de expresión corporal. Y estos sí que están homologados por la Universidad del Compás y de la Gracia.
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La aparente fragilidad de su físico es inversamente proporcional a la inmensa capacidad de comunicación para ganarse al público con el primer desplante, sin necesidad de dar patadas de karateka como hacen muchos. Recita el cante. Habla con la boca y con todo el cuerpo. Nos electrifica.
En principio, las bulerías eran el remate final, pero lógicamente el público quería más. Y nos lo dieron. Otra antológica ronda de fandangos, sin micro, igual que las anteriores de tonás, donde se acordaron de nombres tan importantes como Isabelita de Jerez, Manuel Torre, Chocolate o Rafael Farina.
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Guitarras sublimes, con un Rubén Lara excelso, aunando elegancia, técnica y flamencura a partes iguales, y un Antonio García lleno de maestría, calidad y de director de orquesta en muchos momentos de la noche. En muchas de sus falsetas quise que si hiciera realidad aquello de tiempo detente El soniquete con Pirulo y Marcos Carpio, de lujo.
Para figura va El Boleco. Mimbres tiene para ello, con un eco sincero que huele a tierra y a vino de viña vieja. Su voz de bronce parece haber sido pulida en las fraguas gitanas centenarias, Ese sonido desnudo de su garganta te traspasa el alma.
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Manuel de la Tomasa, supo estar elegante cuando la ocasión lo requería y se abrió en canal, sobre todo en la soleá y siguiriya, recogiendo el legado de su familia, pero añadiendo su personalidad cantaora, que es mucha. Gran futuro para el nieto del gran José de la Tomasa.
Hay misterios divinos y también los hay terrenales ¿Cómo pueden, personas tan jóvenes, aglutinar en sus voces el legado de un arte centenario y transmitirlo con esa fuerza? Todo un misterio, envuelto en una incógnita, dentro de un enigma.
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Decía Agujetas que para cantar bien, había que tener una causa. Las experiencias vitales son clave: el amor, la muerte, la fiesta todo eso se transmite mejor cuando se ha vivido. En el caso de estos tres mosqueteros, esa ley natural no se cumple. Ellos lo cuentan como si ya hubieran pasado por todas esas vivencias. Y hacen que nos las creamos.
Desafían a la naturaleza y retan a las Matemáticas. Uno sumado tres veces, no son tres. Con factores como ellos, son más. Y en este terreno, el público pasó la prueba del nueve y merece un diez o quizás también más. Misma nota a nuestro Diego Piropo: lo que puede dar de sí poca tela en manos de un artista como él. Y hablando de cifras: más de veinte mil reproducciones en los primeros días Publicidad gratuita para nuestro querido pueblo.
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Sólo queda esperar que este renuevo, en el futuro, hagan las cosas despacito y con buena letra, porque el camino es largo. Partido a partido, como diría el entrenador de mi Atleti. Con pilares como estos, el edificio del flamenco se mantendrá firme frente a experimentos huracanados con gaseosa.
La ecuación que es el flamenco, tiene tres soluciones en niños disfrazados de hombres que nos dieron una lección magistral a hombres que vestidos de niños, tuvimos que ir a aprender, como cantaba Toronjo, a pocos días del comienzo del curso escolar. Me fui a la cama pensando que nunca nos acostamos sin aprender algo nuevo. Imaginando el titular de esta reseña, creí tenerlo: El sueño de una noche de verano. Pero como Shakespeare es un nombre que, aunque inmortal, no me suena flamenco, lo cambié. Que nuestro pueblo no cambie nunca en lo relacionado con este arte. Campanario debe seguir soñando flamenco. Larga vida a una peña vieja con un renuevo encabezado por su presidente y una gran directiva, que siguen pisando fuerte.
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