Día de la inauguración del busto a Reyes Huertas.

Desde el busto a Valeria (en el cuarenta aniversario)

«Andábamos dando vueltas a la idea de ‘hacer algo’ para celebrar el 25 aniversario de la muerte de don Antonio Reyes Huertas y no teníamos muy claro qué. Lorenzo Rodríguez Amores despejó el camino: hacer un busto que perpetuara la memoria del escritor entre sus paisanos»

antonio miranda trenado

Lunes, 25 de junio 2018, 17:11

Andábamos dando vueltas a la idea de hacer algo para celebrar el veinticinco aniversario de la muerte de Don Antonio Reyes Huertas y no teníamos muy claro qué. Hablábamos de un homenaje, de la edición de alguna de sus novelas, de placas, de ciclo de conferencias o charlas, semana cultural, etc. Fue Lorenzo Rodríguez Amores quien, de la mano de Don Pedro Morillo-Velarde, nuestro párroco, que en paz descanse, llegó y despejó el camino pisando fuerte, pues su pretensión era la de hacer un busto que perpetuara la imagen del escritor entre sus paisanos. Mediaba el mes de Junio de 1977 y la efeméride del fallecimiento de Don Antonio era el once de Agosto por lo que quedaba muy poco tiempo para semejante obra. No se arredró Lorenzo, porque la solución estaba en que, cuando llegara la fecha, se le hacía un acto más o menos sencillo y posteriormente, sine die en principio, cuando se pudiera, se le erigiría el monumento.

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Aceptada que fue la ambiciosa propuesta, había que rodear de carácter formal el proceso y para ello comenzamos constituyendo la oportuna comisión. En la tarde del día 4 de julio de 1977 tuvo lugar la reunión ad hoc en La Guarda, en casa de Don Diego Rodríguez Toledo, cartero jubilado de la aldea, gran amigo y admirador de Don Antonio y, a la sazón, corresponsal del periódico HOY. Además de los tres citados quedó formada también por los hermanos Francisco y Antonio Fernández Gallardo y por éste que lo cuenta que, al ser el de menor edad, resultó nominado secretario. Rodríguez Amores obtuvo la confianza unánime para ejercer la presidencia.

Cinco días después, el día 9, publicaba el periódico HOY un Servicio Especial del corresponsal de la aldea de La Guarda dando a conocer la creación de la comisión, sus integrantes y la finalidad que perseguían. La respuesta no se hizo esperar: cartas, llamadas, notas en los medios, incluso extensas biografías, fueron ofrecidas, todo ello en honor de Reyes Huertas. Era evidente que no se trataba de un reclamo cualquiera. Deseos de adhesiones y de integrar la comisión llegaron desde Madrid, en donde comenzaba su caminar una peña de extremeños y voluntarios denominada 'La Encina' que, encabezada por su entonces presidenta, Isabel Montejano Montero, y seguida por Martín Lobo, Gil Santacruz, García Sánchez-Marín y Santiago Castelo, entre otros, se entregaron a la causa con desmedido interés. Habíamos puesto la flecha en la diana del mundo cultural e intelectual y estábamos ufanos por ello.

Poco más o menos podemos decir de políticos e instituciones. Desde el Ayuntamiento de Campanario, con su Alcalde, Aniceto Sánchez, a la cabeza, hasta el Ministerio de Cultura, pasando por la Diputación Provincial y la Delegación de Cultura en Badajoz. No hubo la menor duda ni objeción a pesar de que los tiempos que corrían eran propicios para el esperar a ver en qué queda esto. La transición estuvo, en alguna medida, impregnada de cierta dosis de zozobra y desasosiego que generó bastante incertidumbre en el actuar de muchos políticos. Afortunadamente no fue ese nuestro caso. Hasta tuvimos la presencia de un ministro en el acto central. Fue Don Enrique Sánchez de León Pérez quien, en aquel tiempo, lo era de Sanidad y tuvo la gentileza de aceptar nuestra invitación, asistiendo acompañado de su esposa.

Avanzaba el tiempo y, mientras el escultor Martínez Giraldo trabajaba en el busto, fueron surgiendo otras iniciativas que enriquecieron el proyecto inicial: se colocaron dos placas con sendas inscripciones, en la fachada de la Iglesia, detrás de donde iría después el busto, una y la otra en el cortijo de Reyes Huertas, en Campos de Ortiga; se organizaron veladas literarias, charlas y conferencias sobre el escritor en distintos pueblos y ciudades; y se editó el libro 'Estampas Campesinas Extremeñas'. Finalmente, el día 23 de Abril de 1978, hace ya 40 años, en la Plaza de España de Campanario, tras una solemne misa, se procedió a la instalación y a la inauguración del busto con la intervención de varias personalidades, en un acto multitudinario, culminando los acontecimientos en homenaje a nuestro ilustre escritor.

El cargo de secretario de la comisión me impulsaba a realizar distintas gestiones y a mantener una cierta relación con personas y entidades que tuviesen que ver con el proyecto. Esto me permitió conocer a José María Basanta Barro, yerno del escritor, que actuaba en representación de la familia Reyes Huertas y asistió algunas veces a las reuniones de la comisión y a otros actos vinculados al homenaje. Fue para mí un auténtico placer entrar en el conocimiento de esta gran persona de exquisito trato, vasta formación y fino humor gallego. Muchas veces, después de ocuparnos de las cosas que traíamos entre manos, nos quedábamos de tertulia y era tan agradable oírle que se nos hacía tarde sin darnos cuenta. Conocía palmo a palmo la extensa obra de su suegro y por tanto todo lo que Don Antonio vertió en ella sobre los extremeños y Extremadura, su pasión y su gozo. La Guarda, Campanario, La Serena... no tenían secretos para José Maria. Usos, costumbres, tradición, historia, personajes, etc. salían y entraban en la conversación manejados por él con envidiable maestría, prodigiosa memoria y una calidad narrativa que realmente cautivaban. Cierta noche, cercana ya la fecha del homenaje, salimos de la casa de Don Pedro y tomando el camino de las nuestras que, por razón de vecindad, hacíamos juntos, me habló de la riqueza de personajes ilustres que podían contarse en la historia de nuestro pueblo y de cómo la mayoría estaban olvidados o eran poco conocidos a pesar del relieve que en su época alcanzaron. Gallardo, el Padre Arévalo, Eduardo Lozano, García Miranda, etc.; el mismo Campanario tenía motivos suficientes para ser objeto de estudio, particularmente en ciertos aspectos, como su singular forma de hablar, los diversos negocios o industrias a las que muchas familias recurrían para financiarse, como las del esparto y el trato, la idiosincrasia de sus gentes... Hay que hacer algo, decía, para rescatar y dar a conocer todo eso. Lo manifestaba con total sinceridad y empeño como si se hubiera impuesto una obligación que necesariamente tuviera que cumplir. Transcurrido un año, en una carta me comentaba: Créeme que fue entonces (se refería a los actos del homenaje) cuando más identificado me sentí con ese pueblo y poderle servir en algo será siempre para mí un motivo de gran satisfacción.

Naturalmente, yo estuve totalmente de acuerdo con todo lo que planteaba, más aún, porque eso era precisamente lo que un grupo de amigos queríamos hacer y no acabábamos de perfilar el asunto para comenzar el trabajo. Le hablé de ello y sobre todo hice hincapié en que interés y material humano no iban a faltar.

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La dedicación a los últimos pormenores del homenaje no permitió retomar el tema con detalle aunque sí le trasladamos a Don Pedro, que era uno de los interesados, la conversación mantenida. Faltaba, pues, comunicarlo a los demás que, por cierto, quedaron entusiasmados -como todos los que le oímos- con la intervención de José María en el acto de la plaza.

Concluido todo felizmente, de vuelta a la normalidad, en seguida el grupo quedó enterado de la disposición de Basanta para ayudarnos a emprender la tarea que desde hacía algún tiempo acariciábamos. Tras algunos contactos con él, quedamos en reunirnos un día del próximo agosto en Campos de Ortiga, donde la familia Reyes Huertas acostumbraba a pasar las vacaciones. Celebramos la reunión; no recuerdo el día concreto pero sí el lugar: en la orilla izquierda del río, bajo la intensa sombra de los álamos, mudos testigos de las ensoñaciones de Don Antonio en aquellos parajes que tan poética y magistralmente describió. Allí y aquella tarde fue concebido el Fondo Cultural Valeria.

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