PEDRO MIGUEL PONCE
Miércoles, 12 de abril 2017, 17:56
El pasado 24 de marzo se celebraba el Día Mundial de la Poesía y se puede decir, sin temor a equivocarse, que los participantes y el respetuoso público que abarrotaba el salón del centro de ocio escribieron distintos capítulos de un libro que bien podríamos titular 'Campanario: un pueblo para vivir la poesía y la música'.
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Fue nuestro querido y admirado don Bartolo el presentador de dicho acto, reflexionando sobre el hecho poético y realizando un breve repaso histórico de actividades literarias llevadas a cabo en nuestro pueblo. Nos recordó también que esa noche se homenajeaba a Meléndez Valdés, Miguel Hernández y a Isabel Escudero (recientemente fallecida), de la que leyó un poema.
Tres son los capítulos en los que se dividió esta magna obra. El primero llevaba por título 'Recitación'. Sus versos fueron leídos por Francisco Cruces, Francisco Javier Sánchez y Juan Pedro Escudero.
Estos tres autores transitaron por caminos de soledad y nostalgia, contándonos que ayer fue el día que nadie volverá a ver sobre la tierra, que estaban tristes, sus ojos no lloraban y no querían los besos de nadie. También que a veces somos como una calandria privada de libertad y que los muros de su patria, si un tiempo fuertes, estaban ya desmoronados.
Pero en el horizonte siempre se divisa escrita la palabra esperanza, pues cuando se pasa frío se puede ser poeta y aunque los humanos vivimos en una permanente guerra siempre hay ruiseñores que cantan/ encima de los fusiles / y en medio de las batallas".
Por senderos parecidos caminaron los poetas Goyo Escudero, Zacarías de la Cruz, Amparo Fraile, Jesús Blázquez y Juan Sánchez en la segunda parte de este primer capítulo.
Nos confesaron que sigue habiendo muchas nieblas que ocultan nuestro vivir y que deben despertar el amor, el alba y las palomas, pues siguen dormidos. Todos nos iremos y cuando dejemos este mundo nuestro, las nubes de seda cubrirán nuestro cuerpo, pero el amor y la vida, esos que llamamos mi amor o mi vida , seguirán sobre la tierra. Algunos, como Alfonsina, buscaremos poemas nuevos en la eternidad.
Pero no ha lugar la pena, pues todos podemos soñar, porque cualquier niño tiene en su frente clara un pensamiento dormido, cualquiera de nosotros puede construir una diadema, salir al jardín y ver cómo la noche nos envuelve. Es obligación nuestra contárselo a los demás con una poesía que sea inmortal, pero también pobre y sencilla. Una vez contado, debemos celebrarlo bebiendo de ese licor noble, el vino, cantándole a Baco, pues cada uno tiene la edad que quiere y siente, y los años que necesita para vivir libre y sin miedos.
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La poesía se unió a la mágica música de la guitarra en el segundo capítulo titulado 'Recitación con acompañamiento musical'. A ello contribuyeron de forma brillante Diego 'Piropo' y Miguel 'Cañero'. El primero, puso todo su aliento doloroso para despedir a un compañero del alma: Ramón Sijé. El tópico nos dice que la vida sigue y que es un carnaval, así que rápidamente nos disfrazamos de bandoleros, nos dejamos las patillas largas, nos fuimos a Sierra Morena y 'la convidá' del vino que ayuda a apagar mi sed, que cantaba Serrat, corrió a cuenta de Luis de Vargas. Con Miguel recordamos algún desamor adolescente y nos vino a la memoria la sentencia flamenca: "no te doy mayor castigo / que estar durmiendo con otro/ y estar soñando conmigo".
'Poemas musicalizados' fue el título del tercer y último capítulo de esta gran obra. Muchos y variados son sus autores así como el contenido de los mismos. Con versos en letra de oro, se le cantó a todo. A nuestra Extremadura ("tráeme paisajes de encina en tus ojos); al amor ("no hay nada más bello que lo que nunca he tenido"); al desamor ("las flores del Líbano lloran por una mujer"); a la pena ("quiero que los valles se queden sin viento"); a la locura (con esa Tarara que dicen estaba loca); a la felicidad Incluso la infidelidad, siempre alerta, se introdujo por una rendija. Lo dijo Sancho: "el hombre es fuego / la mujer estopa / viene el viento y sopla llevándose a unos amantes sin bridas y sin estribos, hasta el río":
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Cerró el acto un potpurrí de canciones simbólicas, que fueron desde el alfa hasta el omega de nuestra vida, a la que dimos gracias, animamos a Julia porque a ella la empuja como un aullido interminable, la defendimos hasta la llegada del alba y paradojas de nuestra existencia, terminamos con el verde que te quiero verde, adjetivo cosido en palabras de Don Federico, con alfileres negros a la última letra del alfabeto griego.
En la voz estuvieron Agustina Molina, Fidel Cano, Juani Díaz, Charo Ramos, Manuel Pinela, Antonia Carmona y Jesús Blázquez (una indisposición inoportuna impidió la presencia a Inés Mercedes Durán).
Las notas y acordes salieron de las manos de Juan Pedro Escudero, Esteban Trenado y Pedro Miguel Ponce. Y organizaban el Fondo Cultural Valeria y el Ayuntamiento de Campanario.
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Durante casi una hora y media, público y participantes vimos el mundo con ojos de poeta, descubrimos que la poesía no sólo muestra metáforas que evocan lo bello y maravilloso que se puede conseguir mediante palabras, sino que también es un discurso cercano para transformar la realidad que nos rodea.
Los intervinientes del pasado 24 de marzo ya hemos escrito un libro que lleva por título 'Campanario: un pueblo para vivir la poesíay la música'. A quienes tenemos algún hijo, sólo nos queda sembrar un árbol. Que sea el de estas dos artes, cuyos frutos no caducan y alimentan la parte más noble de la persona: el alma.
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