

PEDRO MIGUEL PONCE
Miércoles, 18 de mayo 2016, 15:41
Con aforo completo en los salones de la Piscina respondió el público al excelente cartel que había confeccionado para el 29 de abril la Peña Duende y Pureza-Pepe el Molinero para la cuarenta y seis edición de la Noche Flamenca en la que colaboraba, como viene siendo habitual, el Ayuntamiento de Campanario. Destacaba la presencia de un numeroso público joven y de una nutrida representación de peñistas extremeños, así como de artistas representantes del cante, toque y baile de nuestra tierra, que hubieran dado para otro gran espectáculo.
En la primera parte pudimos gozar del arte de Manuel Fernández Montoya El Carpeta y su grupo. Fueron tres los estilos que desarrollaron: siguiriyas, alegrías y bulerías, con el clásico fin de fiesta.
Huele Manuel a su abuelo Farruco por los cuatro costados. Fue precisamente el patriarca quien le bautizó con el sobrenombre que lleva porque en su aprendizaje, decía de él, era como una esponja: todo lo absorbía y parecía guardarlo en una carpeta.
Caminó su baile desde el lado más salvaje, con una auténtica exhibición de facultades físicas, hasta el paseo elegante de un lado a otro del escenario. Desde el primer minuto transmitió una enorme energía al público. No había nada estudiado. En su arte no hay academia ni pasos memorizados. Es el instinto, la improvisación. La escuela es la sangre que corre por sus venas, alternando en segundos, giros inverosímiles ejecutados con una velocidad de vértigo, con paradas llenas de flamencura. Esa pose de sujetarse la chaqueta para saltar y echarse la melena para atrás no se aprende: se tiene o no se tiene. Para, tiempla y manda. El desplante y el requiebro no están previamente pensados. Es la herencia familiar la que va dictando lo que hay que hacer. En su día, el gran Paco Toronjo dijo que el arte es un papelito que va dejando caer un ángel desde el cielo. A uno les cae y a otros no. Al Carpeta le ha caído.
No podemos olvidar a la gente de atrás que resultan fundamentales: Raúl Vicenti en la guitarra estuvo extraordinario. ¡Qué difícil y qué atento hay que estar para tocar de esa manera a un bailaor como Manuel!
En el cante nos sorprendió gratamente la voz de bronce de Juan el Negro, acoplado perfectamente con Chanito. Dos voces complementarias y distintas que dan un extraordinario juego. Fundamental la percusión: El Eléctrico demostró que tocar la caja no es sinónimo de maltrato hacia este instrumento como a veces se suele hacer.
La actuación fue intensa, aunque corta. Nos pudimos enterar después que obedeció a un repentino problema intestinal. De todas formas, creo que pasó el examen con excelente nota, corroborado por los aplausos unánimes del público.
En la segunda parte, Rancapino con su grupo presentaron Mi violín, mi guitarra y mi voz.
Con voz aterciopelada empezó cantando Alonso que doblen las campanas que ha muerto el amor en compás de habanera un tema del gran Rafael Farina. Al final de algunos tercios ya se pudieron escuchar los primeros olés de la noche. Fue todo muy suave, con dulzura y casi susurrando las palabras, como es su cante. En este primer tema, ya comenzó Sophia Quarengui a emocionarnos con las notas de su violín.
A lo largo de casi una hora y media, pudimos escuchar una gran variedad de estilos : desde las alegrías, meciendo las letras al compás de las olas de la Caleta, hasta unas hirientes siguiriyas iniciadas por tonás.
Aquel Alonsisto, que ganaba primeros premios en los concursos de niños prodigio, se ha convertido en uno de los cantaores con más proyección en la actualidad. Canta con una maestría impropia de su edad; no olvidemos que aún no ha llegado a los treinta años y aunque el camino es largo, las perspectivas son inmejorables.
Se atrevió, y es de agradecer, con cantes que se suelen escuchar poco pero que son de gran belleza como la bambera, palo que ejecutó con la letra clásica de vamos niña pa la bamba.
Tampoco faltaron las malagueñas del Mellizo ni los fandangos con ecos caracoleros y de la Calzá, correspondidos totalmente por parte del numeroso público.
Le cantó al desamor: Manuela / no me niegues tu cariño/ porque me muero de pena. También al amor, con una preciosa zambra que suele cantar su padre: No te pongas la mantilla/ que me estás volviendo loco/ gitana con tu carita.
Aunque no puede negar y tiene a gala ser hijo de quien es, poco a poco va forjando su propia personalidad. Está claro que el cante puro no se va a perder mientras haya cantaores como él.
Pero el espectáculo no es solo el cante. Fundamentales la guitarra y el violín. El chiprionero Paco León estuvo excelso toda la noche. No nos sorprendió porque ya nos maravilló cuando hace tres años, acompañó en este mismo local a Samuel Serrano. En perfecto ensamblaje con todos, su toque fue susurro, elegancia y finura.
Nos deleitó con una hermosa taranta sólo empañada por el ruido, constante molesta a lo largo de gran parte de la noche, proveniente de un sector de público que creía estar aún en la verbena que se celebraba un poco más abajo. Creo que hay gente aún no consciente de la categoría de los espectáculos que se vienen dando en nuestro pueblo, envidia de muchos otros en este arte, y que ya va siendo hora de que aprendan de que en el flamenco ha de imperar el respeto.
Capítulo aparte merece la italo-jerezana-gaditana Sophia Quarengui. Desde la habanera, cual flautista de Hamelin, nos embaucó a todos con su violín. Con este instrumento y con sus manos, el cante adquiere otra dimensión desconocida hasta ahora por nosotros. Las bulerías finales sonaron a música celestial, con unos solos de violín que tardarán mucho tiempo en irse, no ya de los oídos, sino del alma de quienes pudimos y supimos gozar de ello.
No podía irse Rancapino, generoso y humilde en el escenario como lo es fuera, sin cantar algo marca de la casa. Como despedida nos deleitó con esos tangos lentos que le han hecho tan popular, con unas letras no menos populares:
Naci gitano de raza pura/ de pura raza soy canastero/mi padre, Alonso, mi madre Juana, lo que más quieropor ellos muero.
En Campanario, y ya son tres las veces que hemos contado con su presencia, seguimos muriendo por este tipo de artistas. Larga vida.
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