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Cerdo criado por una familia de Campanario para la matanza.

En la picota

La conversación de varios vecinos nos adentra en una tradición de antaño muy propia de Extremadura y de Campanario, que se realizaba por estas fechas: la matanza casera

JUAN SÁNCHEZ HUERTAS

Jueves, 24 de diciembre 2015, 13:43

Son las once de una mañana soleada de diciembre, aunque fresca como es natural en estas fechas, y varios vecinos jubilados del Calvario están en la picota sentados en los bancos de la calle al socuello de la pared, donde se reúnen para cambiar impresiones, comentar la actualidad tanto local como nacional y, en definitiva, echar un rato de ocio agradable. Algunos también se entretienen echando la partida a las cartas y uno de ellos hace trabajos de artesanía de la juncia. Todos han llegado casi a la misma hora. Después de los correspondientes saludos, Pedro pregunta a Paco:

¿Dónde estuvistes ayer que te echamos de menos?

Estuve ayudando a mi hijo en el corralón porque hicieron la matanza y en ésta ya sabes tú que echar una mano siempre viene bien.

Ya decía yo, porque tú no sueles faltar aquí a no ser por una causa justificá, pero es verdad, que ya estamos en tiempo de matanzas.

¡Qué vas a hacer con los hijos! -prosigue Paco-, habrá que ayudarlos en lo que podamos.

Felipe se mete en la conversación y comenta:

Cada vez se hacen menos matanzas. Antes to el que podía criaba o compraba un cochino, lo mataba por esta fecha y tenía alimento pa el año, pero ahora como se puede comprar en los comercios el jamón, la carne, el tocino, los chorizos, las morcillas, en fin, de to en cualquier época del año, ya no es necesaria, aparte de que tampoco se crían los guarros como antes porque no hay tantos aprovechamientos del campo. Los labradores criaban uno o dos cochinos en la zajurda de su corral y le mantenían con los restos de los cereales de la era (los suelos y granzas) y con tomates, melones, higos y las sobras de las comidas. También los pastores tenían su guarro en la majá y hacían la matanza. Es verdad que todavía se siguen haciendo algunas porque hay gente que le gusta más la cecina que hacen ellos que la comprá, y sin duda alguna que está mucho mejor, pero cada vez se van reduciendo, a pesar de que ahora se hacen con más comodidad en los buenos corralones que tienen agua y luz, o en las casas de las viñas, y no se tiene que emporcar la casa donde se vive. También hay mejores medios para adelantar la faena, como la pistola de gas butano para chorrascar el cochino, o la máquina de picar la carne que la acoplan a la rueda del coche y lo hacen en un rato. Pero los tiempos cambian y a los jóvenes ya no les gusta meterse en esos lavarientos de preparar tantas cosas como se necesitan: que si cacharros, que si tripa, que si condimentos... Ellos dicen no les gusta los güesos, el tocino y la manteca, y que los chorizos tienen mucha grasa. Eso sí, quieren los salchichones y el jamón, ¡no son tontos, no! Y fíjate, sin embargo, les gusta comerse esas porquerías de salchichas y hamburguesas que compran y que ¡Dios sabe de qué están hechas! ¡Ellos se lo pierden!

Yo pienso lo mismo que tú, Felipe -dice Diego-, no se puede comparar una cosa con otra y además sabes lo que comes. Pero hay que pensar que en estos últimos años te encuentras más problemas pa hacer la matanza. Antes podías elegir un día y siempre había familiares que te ayudaban, pero ahora la mayoría de la gente tiene trabajo con horario fijo, y la mitad de los jóvenes están estudiando y no quieren perder sus estudios. Por eso ahora la hacen en días de fiesta.

Inés la Colorina va a la farmacia y al pasar junto al grupo los saluda y les pregunta de qué hablan. Felipe contesta que de la matanza. Entonces a ella le vienen a la mente sus buenos recuerdos de aquellos tiempos y se mete en la conversación:

¡Quién pudiera volver a aquellos años y poder comer la cecina tan rica que se hace en las matanzas! Ahora sólo como verduras, frutas y pescado porque tengo colesterol y la tensión alta, así que ahora voy a la farmacia a por pastillas, esto es el alimento nuestro de cada día, ¡qué le vamos a hacer! Me viene a la memoria cuando fui por primera vez a la matanza que me invitó mi suegra. ¡La vergüenza que pasé! Todavía no tenía suficiente confianza. Hice lo que pude y con cara agradable para que me vieran que era una mujer hacendosa. La gente de ahora no quiere meterse en matanzas porque ya sabéis que hacerla lleva mucho trabajo. Primeramente, el día anterior hay que poner a punto los cacharros que se van a utilizar: las artesas, los baños, los cuchillos, el banco del cochino, el caldero; también, preparar los condimentos y la tripa para hacer el embutido, pelar y picar los ajos y las patatas, y rebanar las migas. El día de la matanza hay que madrugar mucho para que cuando lleguen los familiares a casa ya esté hecha la lumbre y se calienten un poco. Se les da una copita de aguardiente y café con algún dulce casero. A continuación los hombres cogen el cochino, lo suben al banco y lo mata el matanchín. Al tanto está una mujer con el baño preparado con cebolla picada pa mezclarla con la sangre, sin dejar de dar vueltas con una caña pa que no se cuaje.

La verdad es que lo necesarias que sois las mujeres comenta Pedro. En mi casa siempre se hacía la matanza, pero mi mujer era la que preparaba to y guisaba las morcillas, el chorizo y los salchichones. Eso sí, yo ayudaba lo que podía.

Tu mujer siempre ha sío mu apañá dice Inés. Bueno, pues voy a seguir contando lo que se hace después para que se entere Enrique, que es de Madrid y allí no se hacen matanzas. Después de matar el guarro, se chorrasca y el matanchín lo descuartiza y separa las distintas piezas. Los hombres escarnan los huesos, preparan los jamones y los tocinos, y pican la carne con una máquina. Las mujeres limpian con agua templada las tripas del vientre, que es el trabajo más feo, y hacen las morcillas. Uno lleva una presa al veterinario para reconocer el cochino. Mientras tanto se hacen las migas y cuando ya se ha reconocido es la hora del almuerzo. Se comen las migas con moragas, torreznos, sardinas, pimientos fritos y aceitunas, to acompañao con el buen vino de pitarra. Después se sigue con la tarea: se guisa la carne y se hacen los chorizos y salchichones. Los hombres los van colgando en los pialeros. Así se sigue hasta que se termina. Después de fregar los cacharros, llega la hora de descansar y cenan los que han estao en la matanza. ¡Lo bien que se pasa con la familia junta! Se canta, se baila, se cuentan anécdotas y chistes Cada uno hace lo que sabe con el fin de pasar un buen rato. Me acuerdo de mi primo Pepe que se vestía de mujer y nos jartábamos de reír con él. Mi hermana María cogía la sonora, se ponía a tocar y ¡cuánto animaba la fiesta! ¡Ah! se me ha olvidao decir que la matanza es una gran fiesta pa los niños porque se juntan muchos primos pa jugar.

- Qué bien lo has explicado, Inés, dice Enrique-, da gusto oírte. Es una pena que se vaya perdiendo esta tradición tan bonita.

-Los tiempos modernos, Enrique, los tiempos modernos. Bueno, me voy, que van a cerrar la farmacia -se despide Inés-. Quedaros con Dios, que lo paséis bien y hasta otro rato.

Todos los contertulios continúan tomando el sol y charlando hasta la una de la tarde que es la hora de irse cada uno para su casa. Se despiden hasta el día siguiente con la satisfacción de haber pasado una estupenda mañana.

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