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Juan Sánchez posa en su museo, junto a su chozo y numerosos aperos agrícolas. FRAN H.
Un museo con auténticos 'tesoros' que forman parte de la historia de Campanario

Un museo con auténticos 'tesoros' que forman parte de la historia de Campanario

Juan Sánchez Huertas tiene abierto al público desde el 2000, en Campanario, su Museo Arte-Naturaleza y Etnográfico. Una colección consta de numerosos aperos de labranza y pastoriles, pero también de utensilios de los distintos oficios de antaño

Viernes, 22 de febrero 2019, 11:33

En el número 20 de la calle Labradores de Campanario se sitúa una cochera, con un salón anexo, que entre sus cuatro paredes esconde y resguarda a auténticos tesoros de la historia de nuestro pueblo.

Su propietario es el maestro jubilado y enamorado de la comarca de La Serena, Juan Sánchez Huertas, conocido por sus paisanos como Juan 'Conejero', que lo bautizó con el nombre de Museo Arte-Naturaleza y Etnográfico de Campanario.

El mismo se abrió al público en octubre del año 2000 y con el paso del tiempo el museo se ha vuelto pequeño por la ingente cantidad de objetos y material que sigue acogiendo. Es raro el día que no sume una nueva adquisición.

Y aunque se trata de un museo privado, su dueño deja claro que «tiene clara vocación pública, ya que tiene abiertas sus puertas a todo aquel que quiera venir a verle». De hecho, anualmente los escolares de Campanario e incluso de otras localidades de la comarca, visitan este espacio con tanto encanto. Además, en periodo de vacaciones abundan las visitas de vecinos de diversos puntos de la geografía española, la mayoría emigrantes campanarienses.

Juan recuerda que su padre fue agricultor y, por tanto, con los años fue guardando en casa numerosos aperos agrícolas, que cuando caían en desuso se solían olvidar en el 'doblao' de las casas y que su hijo se resistía a tirar a la basura.

Así, fue acumulando mucho material, no sólo relativo al campo, sino también otros objetos y utensilios empleados en los distintos oficios y facetas de la vida de Campanario.

«Cuando se hacían las obras en las casas, se tiraban numerosas herramientas y aperos. Como yo vivía en casa de labradores, teníamos mucho material de este tipo, que yo decidí guardar en otro sitio, pensando sobre todo en que no se perdieran y así los niños y jóvenes de hoy conocieran la forma de vida de sus abuelos o padres. Cómo la gente sabía de mi afición, me fueron dando cosas y así, con las donaciones de amigos, familiares y vecinos, ha ido creciendo esto con los años», afirma.

Nada más entrar en la cochera, los ojos se van hacía una bonita imprenta antigua. Sus cajoncitos siguen intactos y llenos de las letras que servían para hacer folletos y todo tipo de documentos. Una donación de la Imprenta de Primi, en la que sólo falta la prensa, cuya pérdida lamenta Juan.

En esta zona de entrada, además, también llaman la atención otros cuatro objetos. Un carrito antiguo con el que se paseaba a los bebes, la primera lavadora que hubo en el pueblo, que funcionaba con un pequeño motor y que tenía aspecto de cubo de la fregona, el primer órgano de la parroquia o el utensilio que se utilizaba para tallar a los 'quintos' antes de irse a la mili.

A continuación, se sitúan gran cantidad de herramientas y aperos de labranza, así como utensilios utilizados por los pastores, tan típicos en un pueblo como Campanario de gran tradición ganadera. Éstos se entremezclan con trabajos de artesanía del esparto y la juncia, como posijos, serones, aguaderas..., sobresaliendo entre todos un bonito chozo, que le realizó con bayuncos su amigo José Díaz 'Andapalante'.

Un maniquí peculiar, vestido de alabardero, custodia la estancia más amplia, en donde el proyector del antiguo cine Santana, de Diego Gálvez, da la bienvenida. Una reliquia que estuvo funcionando hasta el año 1972, y de la que se disfrutaba en muchas ocasiones con un refresco en la mano, como los que se hacían en Campanario y cuyas botellas reposan también en el museo: Nik, Dux o La Pochora.

En el museo de Juan no faltan los rincones dedicados a las distintas profesiones que más despuntaron en Campanario, como los esparteros, cargueros o tratantes de mulas. Aunque, también se pueden ver las antiguas herramientas u objetos propios del carpintero, del barbero, del cura, del zapatero, de aquellos que se dedicaban a la pesca y, como no podía ser de otra forma por su profesión de maestro, sobresale el rincón dedicado a la escuela.

Las paredes de este museo son testigos de cientos de recuerdos a través de las innumerables fotografías que cuelgan de ellas. Muchas, de la romería de Piedraescrita, otras relacionadas con la música y el folclore local e incluso una curiosa, como la que inmortalizó a un borrego que nació con seis patas.

Aunque si algo llaman la atención en esta segunda estancia son las auténticas obras de arte que Juan ha realizado con sus propias manos con materiales recogidos del entorno natural. En las estanterías se pueden ver innumerables formas y esculturas hechas con piedras, raíces, tallos, hojas, frutos, piñas… Unas son totalmente reconocibles y otras, como admite, son más abstractas. No obstante, su imaginación y creatividad ha ido más allá y en su exposición también se pueden ver instrumentos musicales elaborados con estos elementos de la naturaleza, como puede ser una llamativa flauta hecha con una cebolla. Un complemento ideal para poner la guinda a este museo con tanta vida.

Juan Sánchez Huertas ya ha mostrado en más de una ocasión su disposición de donar a Campanario su valiosa colección. Entre otras cosas, porque se queda ya sin espacio: «Muchas de las cosas que me traen las rechazo, porque ya no se dónde ponerlas. Tengo material para llenar seis naves como ésta. Aquí está todo apretado y no luce». Es por ello por lo que, como reconoce, «me he ofrecido y estoy dispuesto a donarlo todo al pueblo, siempre y cuando el Ayuntamiento haga una nave para acoger esta colección y tenga una persona para que atienda las visitas».

En este sentido, Juan apunta a dos espacios que quedarán libres próximamente y que podrían ser idóneos para albergar esta colección. Por un lado, la actual sede de la Universidad Popular, en caso de que ésta se trasladase al nuevo centro cultural que se construye, o el edificio del colegio de La Academia, que quedará vacío una vez que se amplíen las instalaciones del propio colegio.

En este futuro museo, además, sugiere dedicar una sala monográfica a la Romería de Piedraescrita de Campanario y también donaría su muestra de plantas secas típicas de Campanario, algunas de las cuales cada vez se ven menos por el campo, y que también cuelgan de sus paredes.

En definitiva, es una exposición permanente, de carácter didáctico, ya que suministra rica y variada información sobre la sociedad rural de nuestros antepasados y, por tanto, que merece la pena conservar y visitar. Su esencia se plasma en la poesía con la que Juan recibe al visitante: «Este museo, buen amigo/es de arte-naturaleza/con bellas fotografías/utensilios y herramientas./ Es la historia de un gran pueblo/sus costumbres y vivencias/la memoria y el trabajo/y la alegría de sus fiestas./ Se ha hecho con ilusión/y la ayuda de la gente;/con cariño y voluntad/¿no es esto suficiente?/ Sólo quiero que recuerdes/cuando lo hayas visitado,/¡qué todo tiene valor,/y puede ser aprovechado!».

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