«He multiplicado el trabajo durante la cuarentena, teniendo cola en la calle para entrar»

Los negocios han abierto con la esperanza de que los vecinos respondan como hasta ahora. El confinamiento y el cierre de empresas y comercios sin duda ha marcado un antes y un después de todos ellos. Muchos de ellos han tenido consecuencias económicas desastrosas, difíciles de recuperar, pero para todos ha sido una oportunidad.

La cara y la cruz de esta crisis sanitaria y económica se ha visto reflejada en diferentes sectores más o menos imprescindibles en estado de alarma. Sin embargo, aquellos que han vuelto a reabrir lo hacen con la esperanza de que los vecinos de Campanario sigan respondiendo como hasta ahora lo han hecho, en la medida de sus posibilidades.

También ayudará a ello las distintas medidas para paliar parte de las pérdidas que el Ayuntamiento y otras administraciones tienen en marcha.

SEBASTIÁN FERNÁNDEZ - S Informática

Uno de los sectores a los que el estado de alarma y el confinamiento le ha beneficiado ese es sin duda el de la informática. El teletrabajo impuesto para muchas empresas ha hecho que los ordenadores hayan sido el arma de trabajo diaria.

Y no solo eso, las clases escolares telemáticas ha hecho que las familias necesiten tabletas, ordenadores y móviles para seguir las clases virtuales. A ellos se une que esta ha sido una de las principales vías de entretenimiento y comunicación con familiares y amigos.

Por todo ello, Sebastián no duda en reconocer que las ventas de ordenadores, impresoras y móviles se han disparado, así como las reparaciones. Este informático asegura que ha llegado a tener en la calle una cola de hasta treinta personas esperando a ser atendido, a lo que se unía las salidas a domicilio que ha tenido que hacer para instalar internet en casas o para arreglar averías en la red.

En estos meses confiesa haber facturado tanto como en época de Reyes, «que es mi temporada alta por los regalos». Eso ha hecho que sus horas de trabajo también se multipliquen, puesto que trabaja solo «y no he parado, echando muchas horas después de cerrar la tienda al público, ya que casi todos los encargos corrían prisa para trabajar o estudiar», cuenta Sebastián.