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La calle Magacela de Campanario durante la antigüedad. HOY
Memorias del pasado

Memorias del pasado

EL PASADO ·

Los recuerdos nos invitan a recuperar la memoria de épocas pasadas en Campanario cuyo nombre aparece por primera vez en el año 1333

FERNANDO GALLEGO GALLARDO

Jueves, 6 de octubre 2022, 17:32

Nuestro pueblo cuenta en la actualidad con 145 calles que fueron y son lugares de nadie pero sí de localización de viviendas, traslado del vecindario, de juegos infantiles, paseos, ronda, encuentros, actividades sociales como procesiones, desfiles, manifestaciones, ferias, mercadillos, fiestas populares, reclamos publicitarios, etc.

En las calles empedradas de antaño, de ancho variable y la mayoría sin aceras, las mujeres, sobre todo, barrían un espacio público limítrofe con su propia vivienda acomodándose en este lugar con sillas bajas de enea en las tardes noches para realizar ciertas labores y comentar con las vecinas los acontecimientos o sucesos sociales en la población, compartir ideas, quehaceres y proyectos, siempre que el tiempo les fuera favorable. Desde el interior se escuchaba las rodado de los carros, el chirrido de los ejes, las pisadas de las mulas y la voz del carrero diciendo ¡muuulaaa!

También los acomodadizos gorriones participaban en la actividad o vida callejera escarbando afanosamente los excrementos de las muchas caballerías que se movían por la vía pública buscando los escasos granos del pienso no digerido.

Las viviendas

Las viviendas antiguas eran, en su mayoría, de una planta y adobladadas en la primera parte del edificio; en general fueron levantadas con mampostería, tapiales, adobes o ladrillo macizo. Las fachadas solían presentar dos divisiones, una superior encalada y otra inferior marcada por el zócalo. Las puertas, ventanas o balcones dan luz aire y vida al hogar.

La longitud de cada calle solo es interrumpida por el cruce con otras calles o el final de la misma en un altozano, plaza, parque o con el campo.

Los domicilios solían estar divididos en dos o tres tramos o naves en las que se ubicaba la sala, pasillo con los dormitorios en los laterales y, a continuación, comedor y cocina siendo en el fondo del corral donde encontramos la cuadra, el pajar, el retrete y el gallinero protegido por un cobertizo junto a las abrigadas paredes.

En mi opinión, el significado de retrete como lugar de retiro ha sufrido involución a través del tiempo con ciertas denominaciones como aseo, inodoro, excusado, wàter-closet. No se por qué recurrir a esta última palabra, de otra lengua, no existiendo idioma tan rico como el español.

La techumbre de las viviendas más modestas estaba compuesta por vigas o palos y cañizo rematada y cubierta por el tejado de teja árabe. El pasillo de entrada, sobre todo en la vivienda de los agricultores o labradores, figuraba su parte central enrollado con cantos rodados (rollizas) que evitaban el deslizamiento de las caballerías a su paso de salida o entrada a las cuadras.

Debido a la ausencia del ganado de tiro, nuevos materiales para la construcción y el más alto nivel de vida, la vivienda ha mejorado en general con cielo raso o bóvedas de cañón separadas por arcos que configuran las naves.

Tradicionalmente, buena parte de la población de Campanario se dedicaba a labores agrícolas y ganaderas, existiendo además un gran número de familias de obreros eventuales y empleadas domésticas. En el año 1.849 Campanario contaba con 900 casas habitadas siendo el número de vecinos 4.383 y 5.000 almas.

En cuanto arquitectura popular destacan la Iglesia Parroquial de Ntra. Sra. de la Asunción, Ermita del Carmen, Convento de las Monjas Clarisas con su torre mudéjar, Ermita de los Mártires, Ermita de Ntra. Sra.de Piedraescrita, la Presa Romana del Paredón y las Casas Modernistas del Arrabal entre otras.

Como en la mayoría de los pueblos rurales y aldeas, los gallos anunciaban el amanecer con sus desafiantes cantos del quiquiriquí. Aquel pollo de corral o de campo de cresta puntiaguda, largas barbas, plumaje tornasolado e incipientes espuelas, criado con productos naturales y cocinado como tomatero o en petitoria, nada tenía en común con el pollo de explotación intensiva, alimentación a tope y encerrado entre muros sin apenas poder moverse debido al peso acumulado en tiempo récor y al excesivo número de los mismos. A las ocho o nueve semanas, más o menos, comenzamos a consumir la carne de estos cebones, acuosa y sin sabor.

Ganadería doméstica

El plumaje de las gallinas se mostraba bastante variado dependiendo de la raza y de los cruces. La alimentación de estas ponedoras se componía principalmente del grano barrido de las eras, salvados, hierba del campo, restos de comidas, frutas e invertebrados diversos que rebuscaban en los corrales, cuadras y en la calle donde apenas existía circulación rodada. En estos tiempos, en cambio, la alimentación que reciben las gallinas, la mayoría enjauladas o en granjas cerradas, se compone de pienso compuesto de diferentes productos con sus correspondientes correctores para que la puesta sea más abundante y continua.

Las familias asentadas en el medio rural consumían los huevos que ponían sus propias gallinas en los acondicionados nidales de la vivienda. Ante la ausencia de incubadoras eléctricas, las gallinas cluecas eran las encargadas de empollar los huevos para ir renovando de este modo el gallinero.

¿Sabían igual aquellos huevos y la carne de aquel ganado avícola a lo que consumimos en esta época? Es posible que nuestro paladar haya olvidado el sabor del pollo y de los huevos de corral o camperos.

Realizando un ejercicio reflexivo, comparativo y globalizado del ayer con el presente, no me atrevo afirmar si el paso por la vida en una y otra época supuso más o menos bienestar, concordia, humanismo y, en definitiva, felicidad.

A la vista de la breve, incompleta y modesta descripción de algunos aspectos del pasado y conociendo la situación en la que ahora nos desenvolvemos, puede cada lector/a realizar un autoexamen y valorar una y otra época en los diferentes asuntos tratados.

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