Paula Sánchez relata los momentos vividos por una joven víctima de violencia de género
PREMIADA ·
Esta alumna de 1º Bachillerato del IES Bartolomé José Gallardo ha resultado ganadora del concurso de relatos cortos organizado por el Ayuntamiento.PREMIADA ·
Esta alumna de 1º Bachillerato del IES Bartolomé José Gallardo ha resultado ganadora del concurso de relatos cortos organizado por el Ayuntamiento.PAULA SÁNCHEZ MUÑOZ
Jueves, 28 de noviembre 2019, 23:00
HISTORIA SOBRE LA VIOLENCIA DE GÉNERO
Para Laura no es fácil volver a recordar al primer chico del que se enamoró sin poder ver que era un despreciable maltratador que la humilló durante casi 2 años.
Fue a los 15 años cuando Laura, una joven risueña y encantadora, conoce a un chico a través de una amiga. Él tenía 18 años, a Laura le llamó mucho la atención ya que era mayor que ella, era muy guapo y tenía moto y coche, lo que a cualquier adolescente le llamaría la atención.
Al principio todo era maravilloso. Él era muy detallista y cariñoso, y nada parecía ir mal. Muy pronto, Laura empezaría a descubrirle. Lo primero que hizo fue separarla de sus amigos y de su familia. Hacía que pasara mucho tiempo con él y que a su entorno familiar no le dedicara tiempo. Lo tenía que ver todos los días y no podía salir con nadie que no fuera él o con su grupo.
Si alguna vez Laura tenía que estudiar y no podía verle ese día, él decía que ya no le quería como antes y que así la cosa iba a ir mal. Si quería salir con alguna amiga suya, no la dejaba porque decía que la iban a ver otros chicos. Laura en esos momentos consideraba esas conductas posesivas como algo normal, ya que pensaba que al sentir celos la quería. La obligaba a hacer cosas que no quería, y como él veía que ella hacía todo lo que él quería, se crecía aún más. Laura se convirtió en una novia sumisa.
Lo primero que hacía al verla, era pedirla el móvil para revisarla todas sus conversaciones. El control sobre la adolescente era tal que, cuando él se iba a trabajar, la dejaba en casa para que no saliera de allí. Además, mientras él estaba trabajando la obligaba a quitar los datos del móvil hasta que él saliera y la llamara.
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Cuando la recogía al día siguiente para salir, se montaba en su coche y lo primero que hacía era pedirla el teléfono para revisar su whatsapp y sus redes sociales. Cualquier conversación con una amiga o un chico, aunque fuera un familiar, era motivo de bronca e insultos. Un día, a Laura se le olvidó enseñarle el móvil. Él se lo quitó, lo estampó contra el suelo y la mordió la cara.
Laura, anulada por su pareja, actuaba por miedo para tenerle tranquilo. Tampoco podía comentar con su entorno todo lo que estaba sufriendo, ya que no tenía amigas por causa de su relación. Su madre, preocupada por el alejamiento de su hija y de su estado de ánimo siempre lloroso, decidió leer a escondidas los mensajes de whatsapp y, al descubrir las vejaciones, obligó a su hija a romper la relación. Pero aquello no iba a ser fácil.
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Él la iba a buscar al instituto para verla a escondidas. La prometía que iba a cambiar y después, decía que ella era la culpable de que se tuviese que arrastrar detrás de ella. Nunca la dejaba salir de fiesta, pero un día decidió ir a una fiesta del pueblo con unas amigas sin decirle nada. La vieron sus amigos y se lo dijeron.
El chico llegó a buscarla, la llevó a las afueras y la empezó a dar puñetazos dentro del coche. Después la dijo que saliera del coche, la agarró del pelo, la lanzó al suelo, empezó a pegarla patadas y la dejó allí tirada. Él no iba borracho. La dijo que él no la había dado permiso para ir a esas fiestas y que por eso la había pasado eso.
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Era verano y Laura ocultaba sus moratones de las piernas con pantalones largos para que su madre no la hiciera preguntas. Empezó a tener miedo y le pedía explicaciones a su pareja. Él dijo que lo había hecho sin querer y que eran impulsos.
Después, Laura se enteró que su pareja la había puesto los cuernos y la culpabilizó a ella porque, según él, ella no le cuidaba. La gota que calmó el vaso fue cuando el joven se presentó en casa de su pareja cuando ella llegaba y la arrebató las llaves. Por suerte en ese mismo momento vio a la madre de Laura y salió corriendo.
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Fue entonces cuando la joven y su madre acudieron a ponerle una denuncia. El joven se libró de la cárcel, pero no de la orden de alejamiento que en ocasiones ha incumplido para presionarla de que retire la denuncia.
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