Francisco Murillo, siendo sacerdote en Campanario en 1968. CEDIDA
OBITUARIO
Homenaje a Francisco Murillo, sacerdote en Campanario entre los años 1967 y 1976, recientemente fallecido
RECUERDOS ·
Sirvan estas notas biográficas, entremezcladas de recuerdos de quienes le conocieron, de memoria y gratitud por lo que a muchos nos aportó su estancia entre nosotros, aseguran sus amigos José María López y Diego Jesús Barquero.
José María López Blanco y Diego Jesús Barquero Caballero nunca se han olvidado de un gran amigo que conocieron en Campanario y que a pesar de la distancia han sentido siempre muy cerca. Es Francisco Murillo. Incluso ahora, que está más lejos que nunca, tras haber fallecido, quieren que todos los Campanarienses lo recuerden, ya que en muchos dejó huella.
José María y Diego Jesús han elaborado el siguiente texto en su memoria.
EN MEMORIA DE FRANCISCO MURILLO
«Con el alma en una nube
Y el cuerpo como un lamento...»
«El maestro» de Patxi Andión.
En la madrugada del pasado día 2 de noviembre falleció en Barcelona Francisco Murillo García (Don Francisco o Paco) que fue sacerdote en Campanario ente los años 1967 y 1976.
Sirvan estas notas biográficas, entremezcladas de recuerdos de quienes le conocieron, de memoria y gratitud por lo que a muchos nos aportó su estancia entre nosotros.
Don Francisco nace en el seno de una familia humilde en Valverde de Llerena el 9 de diciembre de 1943. Hijo de Manuel Murillo Otero, obrero agrícola, y Magdalena García Nolasco, es un chico aplicado, inteligente y vivaz. Delgado, con una figura casi ascética y una sonrisa permanente en su rostro que no le abandonará ni en los momentos más difíciles.
Le encanta el fútbol. Ya de sacerdote en Campanario, se reunirá en las Erillas, cerca de las Laguna, con los críos del barrio para jugar partidillos. (Juanjo Trenado le recuerda con cariño, —«¡qué buena persona era, nunca le vi enfadado!»— y nos cuenta la alegría con la que le recibían por las tardes «para formar equipos y jugar un partido con el balón de cuero que nos compró«).
Seminaristas: Paco con su amigo Manolo Pecellín.
CEDIDA
A los doce años ingresa en el Seminario Diocesano de San Atón de Badajoz donde destaca (seguro que a su pesar, dada su extraordinaria sencillez) en los estudios de Humanidades y Filosofía, por lo que es enviado a la Universidad Pontificia de Comillas para cursar los últimos años de teología, siendo ordenado sacerdote en 1967. Más tarde se licenciará en Historia Contemporánea por la Universidad Nacional de Educación a Distancia.
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Una anécdota que nos llega sobre sus primeros años de estudio, y que cuenta su compañero y amigo del alma, Manolo Pecellín, nos ilustra y aproxima a un rasgo de su personalidad, que le acompañará siempre y que, aunque fuera solo por ello, merece ser recordado. Se trata de su oposición a cualquier injusticia, su posicionamiento siempre con el débil, firme, constante, pero pacífico, humilde, casi gandhiano o, dada su creencia, de mansedumbre evangélica.
«En una clase de latín, el profesor sacó a un alumno poco versado en la lengua de Cicerón para que tradujese. Ante la torpeza de éste profirió toda clase de burlas delante del resto de la clase y, para dejarle aún más en evidencia, pidió a Paco Murillo que realizara dicha traducción que, dada su preparación, suponía sería perfecta. Nuestro amigo se levantó de su asiento, mantuvo la mirada al cruel profesor y no pronunció ni una sola palabra para no empeorar la situación del compañero, aunque su actitud le acarreara un suspenso, sin duda el único de su expediente».
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Esa firmeza tranquila tuvo que ponerla de manifiesto después en alguna dolorosa ocasión en nuestro pueblo. Pese a ello, siempre guardó un recuerdo lleno de afecto a Campanario y sus gentes.
Es destinado a esta Parroquia -su primer y único destino- en septiembre de 1967. Al poco tiempo se reúnen con él sus padres, el Sr. Manuel y la Sra. Magdalena e, incluso, su hermana Monchi durante unos años, fijando el domicilio familiar en la calle Amargura.
Toda su familia ha dejado un inmejorable recuerdo entre quienes los conocieron destacando como rasgo común el comentado de sencillez y bonhomía de todos ellos.
Caminante impenitente, era frecuente verle paseando por la Laguna, las Erillas…
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Antonio «el Medior» (q.e.p.d.) comentaba: «En sus paseos solía pararse con nosotros en la picota del Cerro Cascaporro y hablábamos de todo. ¡Qué bien hablaba y qué bien se le entendía! La Laguna era su espacio de paseo diario. Le recordamos acompañado siempre de un libro o de la edición semanal de Le Monde. Solía subrayar lo que le llamaba la atención de sus lecturas, que era todo, por lo que al final sus libros solían ser un subrayado continuo del principio al final».
Francisco y Fina en Piedraescrita en 1981.
CEDIDA
ANDADURA CAMPANARIENSE
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Comienza su andadura en Campanario, dándose a conocer con sus clases en el Colegio Libre Adoptado –primero en el Pósito y después en La Academia-, sus homilías y en el desarrollo de su labor parroquial. Contacta con las monjas de la Providencia —emérita institución de Campanario—, con las que empatizó enseguida y que pusieron a su disposición las instalaciones de que disponían. Éstas se convirtieron en un foco de cultura y formación de la juventud (conferencias, clases de alfabetización, reuniones de concienciación social en los círculos de estudios de la Hermandad Obrera de Acción Católica –HOAC-, etc.).
Juan Sánchez comenta, «siempre le recordaremos como un sacerdote comprometido».
No es lugar común afirmar que su casa estaba siempre abierta a todos y su dotada biblioteca y su magnetófono Grundig nos descubrió textos, poesía y música desconocidos hasta entonces en estos páramos.
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Época de fuerte emigración exterior, sus conocimientos del francés y alemán eran de gran ayuda para quienes estando o habiendo emigrado al extranjero necesitaban la traducción de algún documento oficial de esos países.
En la Academia es el profesor que sabe llegar a sus alumnos, valora a todos, con todos es muy respetuoso y es, asimismo, respetado a la vez que cercano: quien le escucha vislumbra otra forma muy distinta de ver y sentir el hecho religioso. Rosario Huertas le recuerda, «tuve la suerte de ser su alumna y marcó mi filosofía de vida. Inteligente, bondadoso, didáctico, carismático. Un alma noble».
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En sus Homilías manifiesta el compromiso cristiano con quién sufre, que traslada a sus oyentes:
En la Dominica 3ª de Adviento: Nosotros creemos que el Reino de Dios nos pertenece, simplemente, porque recibimos la comunión, venimos a misa los domingos, cumplimos por Pascua, pertenecemos a una cofradía o capitaneamos una asociación piadosa. Es relativamente fácil hacer todo esto; es relativamente fácil hacer todo esto. A veces, incluso, proporciona ocasión de lucimiento.
Llega la Navidad y oímos: Si nos parásemos a pensar en qué se parece la Navidad de ahora al nacimiento y la vida de Jesús, veríamos que, desgraciadamente, se parecen muy poco, y que nuestra actitud actual es, en gran parte, anticristiana. Jesucristo, ensalza la pobreza y el amor, nace en condiciones infrahumanas… los cristianos, normalmente, y también o quizás más en estos días, volvemos la espalda a la realidad.
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En el 4º domingo de Pascua se escucha en su homilía: El día 1º de Mayo celebra la Iglesia la fiesta de San José Obrero, instituida en la Iglesia Católica por el papa Pío XII. Pero esta fiesta del 1º de Mayo existía desde mucho antes como fecha conmemorativa de un hecho decisivo en la promoción de la Clase Obrera. Ese día, en el año 1886, fueron condenados a muerte, en Chicago, cinco obreros -cuatro alemanes y un americano-, que defendían, junto con muchos otros, en una huelga-manifestación la jornada de ocho horas.
Paco junto a Nuria y Marina en 2016.
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Nuestro misionero claretiano, Pepe Rodríguez, nos escribe desde Bolivia en referencia a Paco: «La justicia, la pobreza, los marginados y la preocupación por hacer una sociedad en la igualdad eran nuestros temas».
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Ángela Gallardo reflexiona «la manera de entender la vida y la religión, cambiaron cuando él llegó».
Era entrañable oír en aquellos tiempos, quizá para otros con sorpresa o estupor, en las misas y ceremonias religiosas, los cánticos del Padre Manzano:
HOY NO SE PUEDE ESTAR MIRANDO AL CIELO:
Está la libertad encarcelada,
los bienes en poder de pocos dueños,
es el hambre la espiga que más crece
y la envidia nos corre por el cuerpo.
Quebraron la garganta del que hablaba
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gritando la verdad a los mil vientos;
por maestro se puso al mentiroso.
HOY NO SE PUEDE ESTAR
MIRANDO AL CIELO
Agradables y gratificantes, nuestros muy frecuentes paseos, aderezados con oportunas anécdotas, nos harían reflexionar. Al poco de llegar, fui a dar la extremaunción, con el protocolo de rigor, a una viejecita de la calle Parador. Acabé y… ahora ya tranquilita puede ir a la Casa del Padre. «Mire usted —me dice—, yo no quiero ir a ninguna casa, como estoy en la mía, no estoy en ninguna». Yo no sabía qué decir, miré a los dolientes y observé en la más joven como unas lágrimas no impedían una sonrisa de comprensión hacia la abuela, nos contaba Paco.
Su labor se vio pronto cuestionada, cuando no agredida, por un sector muy peculiar y asfixiante de la sociedad campanariense, reacio a cualquier cambio. Estamos a finales de los años sesenta y principios de los setenta y estos estamentos entienden que textos como el siguiente, leídos hoy resultan inocuos, podían llegar a ser subversivos, pese a que tan sólo pretende crear, organizar, una asociación semejante a lo que hoy es Cáritas: «Para nadie es un secreto que en nuestro pueblo hay personas y familias que tienen necesidad de una ayuda económica… Creemos que, en sustitución de la sociedad civil, que no afronta o no da solución a estos problemas, es la comunidad cristiana de Campanario quien tiene que hacerlo, según las posibilidades de cada cual».
Paco escribe sobre estos sucesos: Diré que mi «acción pastoral» estuvo guiada siempre por aquello que dice el Evangelio de Mateo: «Venid, benditos de mi Padre… porque tuve hambre y me disteis de comer…». Enseguida me ligué al movimiento de la HOAC que creo me ayudaba con su reflexión y su acción a poner en práctica el mensaje del Evangelio. Tuve choques con el Obispo y el Alcalde… especialmente por el contenido de mis homilías y mis clases de religión.
Peregrinos en la Plaza del Obradoiro en 1998.
CEDIDA
INCOMPRENDIDO Y ACOSADO
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Es cesado como profesor de la Academia, e incomprendido y acosado, abandona Campanario en 1976. Lo que más le dolió fue el ninguneo y la falta de apoyo de quienes estaban más obligados a defenderle. Sebastián Ruiz apunta: «Muy buen hombre y buen cura. Quizá no fuera Campanario el mejor destino para él».
En Barcelona, la ciudad que le acogió y a la que tanto llegó a conocer y de la que sería un magnífico guía, encuentra trabajo en la enseñanza. Recordaré con cariño, —nos dice Antonia Calvo— «nuestros paseos por Barcelona, tu conversación tranquila, los versos de Verdaguer, la avenida Gaudí, el Portal del Belén de santa Ana… Qué privilegio».
Aprueba oposiciones a magisterio y recuerda que una vez conseguida la secularización «conocí a la que luego fue mi mujer, en el primer colegio público al que me enviaron. De ella, Fina, puedo decir, sin duda alguna, que es lo más hermoso que me ha ocurrido en mi vida».
En efecto, todos los que la conocimos la recordamos como una extraordinaria mujer con una inagotable alegría de vivir y con la que formará un hogar feliz (1981). Impenitente viajero, recorre junto a su familia, a la que pronto se agregan sus hijos Nuria y Pablo, gran parte de Europa.
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Una rápida enfermedad les arrebata a Fina. Paco reflexiona sobre este hecho y su relación: «Compartí con ella mi vida durante 27 años (…). Murió el 4 de mayo de 2008. Una amiga suya me hizo observar que era el día de la ascensión del Señor a los cielos (...) Leyendo el Cántico de las Criaturas de San Francisco de Asís -que leíamos muchas veces juntos- puedo decir que era humilde, preciosa y casta como el agua, y bella, alegre y fuerte como el fuego».
Tras la muerte de su compañera, ya nada volverá a ser igual para él, aunque todavía, ya enfermo de Alzheimer y en sus últimos destellos de lucidez, conocerá a Marina y Mael, sus nietos, que seguro estarán muy atentos cuando sus padres les hablen de sus abuelos.
A Campanario venía todos los años. La última vez que nos visitó fue en la primavera de 2017, pero ya no era Paco. Recordaba a retazos; nos pidió que le llevásemos a la Providencia donde aún pudo abrazar y reconocer a sor Victoria.
Su extraordinaria familia nos cuenta que, pérdida ya la memoria en esta última época, creían que sonreía levemente cuando le mencionaban nuestro pueblo.
Juana Gallardo Díaz, campanariense y catalana, nos envía un retrato cabal: «Ha muerto Francisco Murillo García, Paco para todos nosotros. Aquí está en el principio del principio de conocerlo. Paco era un hombre básicamente bueno. Cuando estabas con él tenías la impresión de estar en contacto con un alma pura. Soy consciente del cuidado que hay que poner en las palabras, pero refiriéndonos a Paco hablar de bondad y pureza es lo mínimo que uno puede hacer».
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«Era un hombre que tenía una presencia muy ligera, casi etérea y, en cambio, deja una huella muy grande en todos los que tuvimos el privilegio de haberlo tratado en algún momento de nuestra vida».
«Conocer a Paco era saber que el hombre es algo más que un proyecto: con él sentías que la humanidad era posible».
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