

Oda a un género impuesto
A las atacadas por querer,
vuestro será el reino de la pasión.
A las que apuntaron con el dedo acusador
con un espejo entre los dos.
A las mal llamadas rameras,
que nunca llegaron a cobrar.
A las ladronas de hombres,
que robaron alguien que no era de nadie.
A las desatadas, que lo único que se soltaron
son las cuerdas que las oprimían.
A las que no se salen del tiesto
por el que dirán:
por favor, no os dejéis secar.
A las socorridas, no sois un bote salvavidas,
que aprendan a nadar.
A las escotadas, seguid mostrando
más de vuestro corazón.
A las que viven en la posverdad,
quitaros el pos- y vivid más.
A las bravas, escuchad a los abuelos,
si pica es que es bueno.
A las zorras, que son como los zorros,
astutas y ya está.
A las no escuchadas,
no estabais mudas
en un país de sordos.
A los que nos pretenden
«stornianamente» blancas, níveas, castas:
que se vayan a los montes
y se vuelvan monjes.
En definitiva, a las mujeres.
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