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Verano era...

Verano era...

"Cine bajo las estrellas, el NoDo, los primeros coqueteos, el gozo por lo que tenía de novedad, los primeros acercamientos; la primera mano nerviosa siempre buscando, explorando..."

josé maría escudero gómez

Miércoles, 24 de agosto 2016, 17:32

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El verano era conversaciones nocturnas en la calle hasta las tantas, poner al día a los forasteros de las nuevas ocurridas durante el año en el pueblo entre trago y trago de agua fresca de la tinaja, gazpacho y picadillo. Las ferias y la bici. Engrasar la cadena, limpiar los guardabarros y los cromados oxidados por las lluvias del pasado invierno con vaselina; estrenar el banderín del Atlético y plásticos de colores en los radios para dibujar calidoscopios en el aire, bombillas nuevas en el faro, comprobar la dinamo y que en el estuche de la parte trasera del sillín no faltasen los parches, el pegamento, el papel de lija y la pequeña llave inglesa.

Tiempo de arrinconar los libros de texto, las matemáticas y el latín, las declinaciones, los verbos y sus cuatro conjugaciones, y el quod, el quidam, el dolo y el nolo, el ut, el ille, el altior. Tiempo de los helados de Camy, Frigo o Avidesa y el sol. El reencuentro con los amigos estivales, estrenar un niqui y un bañador moderno, de terlenka que secaba mucho antes que los horribles de tela azul marino modelo campamento de la OJE. Baños, la playa, el Paredón, la Laguna, la tabla del Zújar, el Guadalefra, la piscina del Cojo.

- No te metas todavía en el agua que no han pasado tres horas.

- Pero mamá si desayuné a las 10 y van a ser las 12 y media.

- ¡Que te esperes, demonio, hasta la una!

- Pues Juanito se mete y sus padres le dejan.

- Pues allá sus padres, que esto de trabajar en Alemania es lo que tiene, que se pierden las costumbres y vienen con ideas raras y ven paca que te ponga la Nivea que luego te achicharras y no haces más que quejarte por la noche cuando se te cae la piel a tiras.

Y a esperar paciente mientras recuerdan la historia de uno que se ahogó por un corte de digestión. Es que las madres siempre tienen un muerto a mano para zanjar cualquier discusión.

Pero para corte de digestión el que te provocaba la niña de tus ojos cuando entraba en bikini por la puerta de la piscina balanceando las caderas al ritmo del Jingo lo-ba Jingo lo-ba de Santana sonando en la máquina de discos.

El verano era las novias, los novios. Cine bajo las estrellas, el NoDo, los primeros coqueteos, el gozo por lo que tenía de novedad, los primeros acercamientos, la primera mano nerviosa siempre buscando, explotando un Dux o un Nic en el descanso -Visiten nuestro ambigú- al ritmo de Ponte, ponte tú la máscara, la máscara, oh, oh oooooh Está como nunca. Está como nunca. Está como nunca: ¡Fundador!.

Tiempo de La Cantera, del tocadiscos Phillips a pilas, de aprender a bailar. Bailar suelto con el Get on Your Knees de Los Canarios o los Four Tops y su Reach Out Ill Be There. Dos pasitos a la derecha y uno a la izquierda para el lento de Mis Manos en Tu Cintura de Adamo, Michelle de The Beatles o Tous les Garçons et les Filles de Françoise Hardy. Las chicas eran las maestras, los chicos siempre fuimos mucho más torpes en tales artes. Clases con un ojo puesto en los pies para ver si seguíamos el ritmo y el otro vigilante manteniendo los codos prestos a parar los asaltos del alumno, siempre marcando los límites y el territorio. Cosa harto difícil en la dura batalla estival que se libraba entre las filípicas del señor cura y los cuerpos adolescentes rebosantes de hormonas.

Y ya, cuando septiembre asomaba las orejas y el Simca 1000 esperaba cargado de bultos y maletas, comenzaban las interminables conversaciones, el intercambio de prendas y regalos toma, el disco de Tu nombre me sabe a hierba de Serrat, para que te acuerdes de mí, Las Rimas de Gustavo Adolfo Becquer y un mechón de cabellos, de cuando me corté las trenzas. Juramentos eternos y lágrimas inconsolables tenían por testigos el umbral de la casilla León, los eucaliptos de la tumba del moro o los bancales de La Laguna. Melancolía sazonada con promesas de cartas y conferencias telefónicas entre trago y trago de una frásca de vino peleón comprada en el bar de Morenito y los acordes de una guitarra, lamentando la muerte del verano y musitando las melodías de Los Módulos con sus lánguidos y apesadumbrados versos llenos de aflicciones ante la irremediable despedida.

Siento que ya llega la hora, que dentro de un momento, te alejarás al fin.

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